La estratégica dependencia de la Armada estadounidense en su imponente arsenal de portaaviones nucleares, pilares de su poderío proyectivo global, está siendo meticulosamente evaluada.
Detractores, incluyéndome, ponen en tela de juicio la exposición de estos navíos frente a la creciente dispersión de estrategias anti-acceso/denegación de área (A2/AD) desplegadas por contrincantes estratégicos.
Eventos críticos en simulacros y ejercitaciones, como el emblemático “hundimiento” de un portaaviones de EE. UU. por parte del submarino sueco clase Gotland en 2005, la infiltración indetectada de un submarino chino cerca del USS Kitty Hawk en 2007, y la simulación de un ataque exitoso por el submarino francés clase Rubis al USS Theodore Roosevelt en 2015, resaltan la vulnerabilidad de estas unidades ante amenazas subacuáticas.
Redefiniendo la inmunidad de los portaaviones ante amenazas emergentes
La Marina de los EE. UU. enfrenta un dilema crítico. Ha canalizado recursos financieros colosales en el desarrollo de su flota de portaaviones nucleares, considerados el emblema y supremacía de sus fuerzas navales y la esencia de sus capacidades de proyección de poder.
Con la élite naval a bordo, dotados de defensas robustas y sensores de última generación, y custodiados por los más sofisticados cazas y una poderosa escolta de navíos de guerra, Washington percibe a sus portadores como bastiones inexpugnables. Pero la prepotencia, como suele decirse, precede a la caída.
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Mis lectores están familiarizados con mi postura crítica hacia la eficacia de los portaaviones en el actual escenario de tácticas A2/AD implementadas por adversarios de EE. UU., así como mi preferencia por la proyección de poder a través de submarinos en tales contextos contestados.
Lo que muchos ignoran es la incrementada susceptibilidad de nuestros portaaviones a incursiones submarinas hostiles desde 2005, una realidad que muchos estrategas navales prefieren minimizar.
En 2005, el submarino no nuclear clase Gotland de Suecia demostró esta vulnerabilidad durante unos ejercicios con la Armada estadounidense, al penetrar las defensas de un portaaviones y “hundirlo” virtualmente.
Esta no fue la única alarma para la Marina. En 2007, un anticuado submarino diésel clase Song del Ejército Popular de Liberación de China logró aproximarse al USS Kitty Hawk sin ser detectado durante un importante ejercicio en el Pacífico. La tripulación del submarino chino incluso se permitió el lujo de emerger y saludar al portaaviones desde una posición de ataque, evidenciando las brechas en la cobertura sensorial del portaaviones.
Vulnerabilidad revelada: Submarinos desafían a portaaviones de EE. UU.
El episodio del 2015 donde el USS Theodore Roosevelt, perteneciente a la clase Nimitz, fue virtualmente “hundido” por un submarino francés de clase Rubis subraya una crítica vulnerabilidad. En dicho simulacro, el submarino francés Saphir, armado hasta los dientes, consiguió eludir las defensas antisubmarinas y posicionarse estratégicamente para un ataque simulado contra el imponente portaaviones durante maniobras en el Atlántico Norte.
Este incidente resalta un desafío significativo que la Armada de los EE. UU. parece aún estar evaluando cómo neutralizar. La historia bélica está repleta de ejemplos donde la audacia y la innovación táctica logran quebrar la supuesta invulnerabilidad de los colosos navales.
La clase Rubis, introducida por la Marina Francesa en 1983 como el submarino nuclear más compacto del mundo, presenta un caso de estudio fascinante. A pesar de su inicial elevado perfil acústico, un factor crítico para el sigilo submarino, las sucesivas mejoras han potenciado su discreción y eficacia en operaciones subacuáticas.
Rubis: Tecnología y táctica en las profundidades
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El arsenal y la complejidad del sistema de control de armas de la clase Rubis merecen especial atención. Destaca su capacidad para llevar hasta 14 misiles y torpedos en una configuración mixta, reforzando su letalidad y versatilidad. Su avanzada suite de sensores complementa su perfil ofensivo, incrementando su capacidad para evadir y contrarrestar amenazas.
El tamaño reducido del Rubis no solo mejora su maniobrabilidad, sino que también dificulta su detección, factores que jugaron un papel clave en la simulación contra el Theodore Roosevelt. Este incidente plantea interrogantes sobre las medidas de contraataque adoptadas por la Armada para blindarse contra amenazas similares.
Los casos de los submarinos clase Gotland, Song y Rubis evidencian una brecha en la seguridad de los portaaviones estadounidenses, que, a pesar de su avanzada tecnología, han sido vulnerados por tácticas submarinas.
Con la creciente amenaza de estrategias A2/AD y la demostrada capacidad de estos submarinos para acercarse peligrosamente, es imperativo reconsiderar la estrategia de defensa de los portaaeronaves de EE. UU., quizás manteniéndolos en reserva hasta asegurar una defensa infalible ante tales incursiones.