El H-20, proclamado como el pionero chino en la arena de los bombarderos furtivos, se presenta como un desafío técnico ambicioso.
H-20: Fruto de la cleptomanía china
Sin embargo, este proyecto, que alardea de ser una maravilla de la ingeniería aeronáutica, no deja de evocar cierta ironía. La estrategia china para elevar su tecnología militar, combinando importación y concesión de licencias de tecnología rusa, espionaje industrial de tecnología estadounidense y esfuerzos internos, parece más un mosaico de imitaciones y apropiaciones que un verdadero testimonio de innovación genuina.
Este intento de contrarrestar la hegemonía aérea de Estados Unidos, con armas como misiles hipersónicos y cazas de quinta generación, es encomiable, pero carece de la originalidad y el ingenio que definen a los verdaderos líderes tecnológicos. El Chengdu J-20, por ejemplo, apenas si se vislumbra como un competidor del F-22 y el F-35 estadounidenses. Y el portaaviones Tipo 003 Fujian, aunque amplía la proyección de poder aéreo de China, no deja de ser un reflejo de una estrategia que imita más de lo que innova.
El H-20, aún en desarrollo y envuelto en un velo de misterio, parece ser más una declaración de intenciones que una realidad tangible. Este bombardero, que se espera cuente con un diseño de ala volante similar al B-2 y el B-21 de EE. UU., no es más que un símbolo de un esfuerzo por alcanzar una paridad estratégica más que una verdadera supremacía.
H-20: La promesa china que se queda en palabras
China, a través de este proyecto, busca romper la exclusividad de EE. UU. en poseer bombarderos furtivos. Sin embargo, en el juego de la disuasión nuclear, donde el B-2 y el B-21 de EE. UU. son los reyes indiscutidos, el H-20 parece más un aspirante que un verdadero contendiente. El anuncio del desarrollo del H-20 en 2016 y las posteriores declaraciones sobre su progreso no hacen, sino, subrayar una tendencia de China a proyectar una imagen de avance tecnológico más que demostrarlo con hechos concretos.
El H-20, pese a sus pretensiones, parece ser más un ejercicio de imitación y proyección estratégica que una verdadera revolución en la tecnología de bombarderos furtivos. Este proyecto, aunque significativo en el tablero geopolítico, dista mucho de ser el golpe maestro que cambiará el juego del equilibrio de poder global. En última instancia, el H-20 es un recordatorio de que en el ajedrez de la supremacía militar, China todavía juega con piezas diseñadas en otras latitudes.
El H-20, emergiendo del 603 Aircraft Design Institute de XAC, representa un ejercicio de ingeniería que, si bien puede parecer impresionante, en realidad se asemeja más a un estudiante aplicado que copia la tarea de sus compañeros más avanzados. Desde principios de la década de 2000, el proyecto ha oscilado entre configuraciones de ala volante subsónica y ala delta supersónica, demostrando una indecisión que podría interpretarse tanto como cautela como falta de visión original. El eventual asentamiento en un diseño de ala volante subsónica, probablemente propulsado por cuatro motores, no es más que un eco distante de los diseños occidentales establecidos.
H-20: Aprendiendo a fracasar de otros fracasos
XAC, con su experiencia previa en el dron de combate GJ-11 Sharp Sword, intenta transferir estos conocimientos al H-20. Sin embargo, este traslado de habilidades de un vehículo no tripulado a un bombardero estratégico es como esperar que un buen corredor de maratones gane automáticamente en una carrera de sprint. Los conocimientos del GJ-11, aunque valiosos, pueden no ser suficientes para superar el umbral que separa a un competente diseñador de drones de un innovador en bombarderos estratégicos.
La aspiración de que el H-20 represente un avance significativo sobre el obsoleto H-6, una reliquia de la era del Tu-16 Badger soviético, es en sí misma una admisión tácita de la prolongada dependencia china de diseños anticuados. Comparar el H-6 con el B-52 estadounidense es como comparar un caballo de batalla con un purasangre; ambos pueden correr, pero en ligas muy diferentes. El H-20, con su promesa de capacidades mejoradas como plataforma estratégica de largo alcance, parece más un deseo ferviente de cerrar una brecha histórica que una verdadera innovación.
La amenaza que el H-20 podría representar para objetivos estadounidenses, como sugiere la corporación RAND, es más un juego de ajedrez geopolítico que un testimonio de superioridad tecnológica. El potencial de alterar el equilibrio estratégico en la región del Indo-Pacífico no se debe subestimar, pero tampoco debería sobrevalorarse.
H-20 de China: Un aspirante sin aliento
Finalmente, la anticipación de un primer vuelo del H-20 en un futuro cercano y la perspectiva de una producción en masa aún lejana pone de manifiesto una estrategia china de proyectar poder y capacidades más en el terreno de la percepción que en la realidad tangible.
El H-20, aunque es un paso adelante para China, sigue siendo un paso atrás en la carrera de la verdadera innovación en tecnología de bombarderos furtivos. En el gran esquema de las capacidades militares, el H-20 es más un aspirante que un campeón, un jugador cauteloso en un juego dominado por veteranos.
El H-20 simboliza un esfuerzo notable de China para ingresar al ámbito de la tecnología furtiva, dominado principalmente por EE. UU. Este proyecto es más un hito aspiracional que una realidad tangible en la actualidad.
China combina importación de tecnología rusa y espionaje industrial con desarrollo interno para avanzar en el H-20, buscando cerrar la brecha tecnológica con Occidente en bombarderos furtivos.
El H-20, aún en desarrollo, apunta a ser el primer bombardero furtivo no estadounidense. Sin embargo, enfrenta retos significativos en comparación con modelos avanzados de EE. UU. como el B-2 y B-21.
China tiene experiencia limitada en diseño de ala volante, crucial para el H-20. Aunque el dron GJ-11 aporta ciertos conocimientos, el salto a un bombardero estratégico es un gran desafío.
Aunque el H-20 es un avance significativo respecto al H-6, su capacidad para rivalizar con los avanzados bombarderos furtivos estadounidenses sigue siendo cuestionable y está por demostrarse.