A pesar de su impresionante infraestructura industrial y sus avanzadas capacidades de ingeniería, la Unión Soviética no logró concretar sus aspiraciones de contar con un verdadero portaaviones durante sus 74 años de historia. Los intentos iniciales se remontan a 1927 con el proyecto de transformar el crucero de batalla Izmail en un portaaviones, aunque este esfuerzo pronto se vio abandonado.
Durante las décadas siguientes, se sucedieron múltiples proyectos, como la clase del Proyecto 71 en los años treinta y diversas iniciativas durante y después de la Segunda Guerra Mundial, todos destinados a ampliar las capacidades de la Armada Soviética. Sin embargo, estos proyectos fueron consistentemente interrumpidos o desplazados por las necesidades prioritarias del Ejército Rojo y el desarrollo de armamento nuclear.
La era de la Guerra Fría trajo ciertos avances con las clases Moskva y Kiev, que, si bien cumplían funciones específicas, no se equiparaban a los verdaderos portaaviones. El proyecto más ambicioso fue el Ulyanovsk, un superportaaviones de propulsión nuclear que podría compararse con los portaaviones de clase Nimitz de Estados Unidos. No obstante, este proyecto fue finalmente cancelado con la disolución de la URSS en 1991.
La historia de los portaaviones soviéticos refleja una serie de planes grandiosos constantemente eclipsados por prioridades estratégicas, económicas y políticas, dejando a la Armada Soviética sin la capacidad de proyectar poder aéreo marítimo a una escala similar a la de sus contrapartes estadounidenses.
Auge y caída de los portaaviones en la estrategia soviética
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La Unión Soviética, una potencia industrial, nunca vio realizadas sus ambiciones de contar con un auténtico portaaviones a lo largo de su existencia. Aunque hubo varios intentos de desarrollar estas embarcaciones, y el país estaba en pleno desarrollo del Ulyanovsk hacia el final de la Guerra Fría, estos nunca llegaron a materializarse completamente.
Tras la revolución de 1917, la URSS puso un fuerte énfasis en la ciencia y la ingeniería para modernizar sus repúblicas constituyentes. El ámbito militar no fue una excepción, invirtiendo en tecnologías avanzadas de la época, como tanques y tecnología aerotransportada, además de misiles terrestres y aéreos. Iósif Stalin, figura clave del liderazgo soviético, apoyó varios proyectos de infraestructura militar, incluido el inicial proyecto Izmail.
Las aspiraciones truncadas de portaaviones soviéticos
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En 1927, el liderazgo soviético aprobó planes para construir un portaaviones a partir de la conversión del crucero de batalla Izmail, iniciado en 1913 por la Armada Imperial Rusa. Como crucero de batalla completado, el Izmail tendría un desplazamiento de treinta y cinco mil toneladas, cifra comparable a los portaaviones interbélicos de la clase Lexington de la Armada de los Estados Unidos, capaces de albergar hasta setenta y ocho aeronaves.
Desafortunadamente, el ambicioso proyecto de conversión de Izmail en un portaaviones nunca llegó a buen término, y el barco fue finalmente desmantelado. Aunque existían defensores de la idea de un portaaviones soviético, críticos influyentes como el joven y prometedor mariscal Tujachevski argumentaban que la Unión Soviética, pese a su extensión y poderío, no podía sostener simultáneamente un ejército y una armada al nivel de sus más poderosos vecinos. Esta percepción relegó a la Armada a un papel secundario, priorizando al Ejército Rojo y la Fuerza Aérea, un dilema estratégico heredado de los zares que persistió hasta la caída del Muro de Berlín en 1989 y continúa influyendo en la política de defensa rusa actual.
En el marco del tercer plan quinquenal en 1938, Stalin propuso la creación de la clase “Proyecto 71”, basada en los cruceros de la clase Chapaev, con un desplazamiento de trece mil toneladas y una cubierta de vuelo de 630 pies. Cada portaaviones de esta clase debía albergar quince cazas y treinta bombarderos torpederos, asignando uno a la Flota del Báltico y otro a la Flota del Pacífico. Aprobados en 1939, los trabajos sobre estos portaaviones comenzaron, pero se interrumpieron con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Un segundo diseño, un portaaviones más grande de veinte mil toneladas, fue propuesto, pero nunca se inició su construcción.
Evolución y limitaciones de los portaaviones soviéticos
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Durante la década de 1940, en medio del cruento conflicto con la Alemania nazi, la Unión Soviética exploró nuevas propuestas de portaaviones. El “Proyecto 72”, concebido como una versión más grande de los diseños anteriores, se planeó con un desplazamiento de treinta mil toneladas.
Paralelamente, se desarrolló el Proyecto Kostromitinov, aún más ambicioso, con cuarenta mil toneladas y equipado para llevar sesenta y seis cazas y cuarenta bombarderos torpederos, además de dieciséis cañones de 152 milímetros. Este armamento sugiere que el portaaviones podría haber sido empleado en operaciones de apoyo a desembarcos anfibios en regiones como Escandinavia o los países bálticos, de haberse concretado su construcción.
No obstante, en 1943, la urgencia de la guerra en tierra hizo impracticable la desviación de recursos del Ejército Rojo para construir un portaaviones de utilidad discutible. Después de la guerra, con el Ejército Rojo consolidado como la fuerza terrestre dominante en Eurasia, la Armada soviética intentó nuevamente promover la idea de expandir su flota de portaaviones. El Estado Mayor Naval propuso una ambiciosa flota de quince portaaviones, divididos entre nueve de gran tamaño y seis más pequeños, distribuidos entre las flotas del Pacífico y del Norte.
Sin embargo, Stalin rechazó la idea, prefiriendo concentrar los recursos en el desarrollo de acorazados y cruceros. La industria naval soviética respaldó esta decisión, alegando insuficiencias técnicas para la construcción de los nuevos tipos de embarcaciones propuestos.
Tras la muerte de Stalin en 1953, Nikita Khrushchev asumió el liderazgo, y aunque introdujo innovaciones en varias áreas, la Armada Soviética solo logró persuadirlo para aprobar la construcción de un modesto portaaviones ligero bajo el Proyecto 85.
Este barco, que desplazaría veintiocho mil toneladas y transportaría cuarenta cazas MiG-19 adaptados para operaciones navales, nunca vio la luz, ya que su construcción fue cancelada antes de comenzar. La serie de proyectos cancelados y planes sin concretar reflejan las limitaciones estructurales y las prioridades cambiantes que caracterizaron el desarrollo naval soviético durante la Guerra Fría.
Evolución y capacidades de la clase Moskva
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En 1962, la URSS emprendió la construcción de dos portaaviones híbridos en los astilleros Nikolayev de Ucrania, bautizados como Moskva y Leningrado. Estos barcos se diseñaron como compromisos entre cruceros de misiles guiados y portaaviones, con la mitad delantera de un crucero convencional y la trasera equipada con cubierta de vuelo, hangar y ascensor para aeronaves.
La principal misión de la clase Moskva era probablemente interceptar submarinos de misiles Polaris operados por Estados Unidos y el Reino Unido cerca de aguas soviéticas.
Cada unidad de la clase Moskva podía transportar hasta una docena de helicópteros antisubmarinos, aunque no contaban con armamento ofensivo significativo. A lo largo de las décadas de 1970 y 1980, siguieron la clase Kiev, diseñada con una misión similar.
Sin embargo, la introducción del misil Trident por parte de Estados Unidos requería que la Armada soviética operara más lejos de sus aguas, aumentando el riesgo de encuentros con portaaviones estadounidenses. Los barcos de la clase Kiev, por tanto, incluían un arsenal ofensivo con misiles antibuque SS-N-12 “Sandbox”, capaces de llevar ojivas nucleares de 350 kilotones. Se completaron cuatro Kievs, y un quinto quedó inconcluso.
Ampliación de la flota y el futuro de la aviación naval soviética
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La mitad de la década de 1980 marcó una fase de expansión significativa en las capacidades navales de la URSS, incluyendo la construcción de dos portaaviones de cincuenta mil toneladas y el ambicioso superportaaviones nuclear Ulyanovsk, comparable en capacidades a los portaaviones estadounidenses de la clase Nimitz. De estos proyectos ambiciosos, solo se completó uno antes del final de la Guerra Fría.
El portaaviones terminado, que hoy opera bajo la bandera rusa como el Almirante Kuznetsov, sigue siendo una pieza clave de la Armada rusa. El portaaviones incompleto fue adquirido por China, transformado y puesto en servicio en 2012 como el portaaviones Liaoning de la Armada del Ejército Popular de Liberación. Por su parte, el casco inacabado del Ulyanovsk fue desmantelado por Ucrania después de heredarlo con la disolución de la URSS en 1991.
Aunque la Unión Soviética fue predominantemente una potencia terrestre, su incapacidad para dedicar suficientes recursos al desarrollo de una flota de portaaviones fue evidente. Siempre había razones prácticas y estratégicas para asignar fondos a otras áreas, como el Ejército, la Fuerza Aérea o el arsenal nuclear. Hoy, las fuerzas no estratégicas de la Armada rusa todavía compiten con las prioridades terrestres y aéreas, y el futuro de su aviación naval sigue siendo incierto.