Con planes de adquirir 100 B-21 Raiders, la Fuerza Aérea busca reemplazar sus flotas de 45 B-1B y 20 B-2. Esta adquisición podría incluso significar el retiro gradual del veterano B-52, en servicio por más de siete décadas.
El bombardeo estratégico, un devastador juego de ajedrez aéreo, emergió en la Primera Guerra Mundial. El Imperio Alemán, pionero en esta táctica, desplegó zepelines para asediar Londres, inaugurando una era de guerra total desde los cielos. Esta estrategia busca no solo pulverizar la moral enemiga, sino también aniquilar su estructura económica, trasladando el campo de batalla al corazón del adversario.
La evolución del bombardeo estratégico y su impacto bélico
Desde los días de gigantescas aeronaves soltando bombas incendiarias, la evolución ha sido fulminante. Los modernos bombarderos, armados hasta los dientes, portan cargas de miles de kilos, incluyendo, en ocasiones, el temido arsenal nuclear. La Fuerza Aérea de EE. UU. despliega tres colosos aéreos: el B-52 Stratofortress, el B-1B Lancer y el B-2 Spirit, cada uno con una misión específica en el teatro de operaciones.
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El Stratofortress lidera con una carga bélica de 70.000 libras. Por otro lado, el Lancer, con su capacidad supersónica, es un maestro en evadir defensas antiaéreas. El Spirit, el más avanzado, utiliza tecnología furtiva y un perfil radar reducido para infiltrarse en el espacio aéreo enemigo. Sin embargo, el reto es mantenerse a la vanguardia frente a los proyectos enemigos como el PAK-DA ruso y el H-20 chino.
El nacimiento del B-21 Raider y su misión estratégica
En 2011, el objetivo era claro: desarrollar la próxima generación de bombarderos. Northrop Grumman recibió la orden de crear el B-21 Raider, diseñado para dominar en conflictos contra superpotencias como Rusia o China. Inspirado en el diseño del B-2, el Raider adopta una forma de ala volante, maximizando la sustentación y minimizando la resistencia, lo que resulta en mayor autonomía y tiempo de operación en combate.
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Con planes de adquirir 100 Raiders, la Fuerza Aérea busca reemplazar sus flotas de 45 B-1B y 20 B-2. Esta adquisición podría incluso significar el retiro gradual del veterano B-52, en servicio por más de siete décadas. No obstante, cambios en el panorama global y político podrían alterar estas estrategias defensivas.
Los retos del cambio en estrategias de defensa aérea
Originalmente, el plan era adquirir más de 100 B-2, pero el fin de la Guerra Fría y la subsiguiente reducción de las fuerzas armadas recortaron drásticamente esos números. Este hecho subraya cómo los acontecimientos geopolíticos pueden redefinir las estrategias de defensa, incluso en lo que respecta a las poderosas fuerzas de bombardeo estratégico.