El 27 de octubre, el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE. UU., reaccionó a la prueba de China de su sistema de armas hipersónicas con capacidad nuclear estableciendo una analogía con un acontecimiento supuestamente similar ocurrido hace 64 años: “No sé si se trata de un momento Sputnik, pero creo que está muy cerca de ello. Tiene toda nuestra atención”. La ambivalencia en las observaciones del general fue acertada, ya que las pruebas chinas, realizadas este verano, no son en absoluto análogas a la prueba del satélite Sputnik. Sin embargo, es probable que desencadenen acontecimientos similares a los que el lanzamiento del Sputnik puso en marcha.
El lanzamiento del Sputnik por parte de la Unión Soviética en 1957 fue visto como un símbolo de la debilidad estadounidense y una señal de la superioridad tecnológica soviética, tanto por la población como por los responsables políticos de Estados Unidos. La conmoción se vio agravada por lo repentino del acontecimiento, ya que las agencias de inteligencia estadounidenses se vieron sorprendidas por completo. En cambio, la búsqueda de misiles hipersónicos por parte de China no es nueva ni sorprendente. Desde la retirada de EE. UU. del Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) en 2002, tanto Rusia como China han desconfiado del programa de Defensa de Misiles Balísticos (BMD) de Washington.
La defensa antimisiles es intrínsecamente desestabilizadora: socava la “estabilidad estratégica”, que puede entenderse como la incapacidad de un Estado con armas nucleares de ejecutar un primer ataque, dejándolo vulnerable a un segundo ataque de represalia por parte del adversario. Esta vulnerabilidad mutua se consideraba la base de una paz prolongada durante la Guerra Fría. Un BMD robusto comprometería la capacidad de segundo ataque del adversario al neutralizar los misiles entrantes supervivientes en caso de un primer ataque casi decapitador. Por ello, tanto Rusia como China consideran que el BMD de EE. UU. socava su capacidad de disuasión y han buscado la manera de restablecer su capacidad de ataque de represalia invirtiendo en nuevas tecnologías, entre las que destacan los sistemas de armas hipersónicas, incluidos los vehículos hipersónicos de planeo (HGV) que pueden escapar de los sistemas de defensa antimisiles.
La reciente prueba tranquilizaría así a Pekín, que temía que el BMD estadounidense bloqueara las pocas armas que le quedan a China en caso de un primer ataque estadounidense. La prueba incluía un HGV con un sistema de “bombardeo orbital fraccionado”, que puede alcanzar un objetivo entrando en una órbita más baja —puede llegar a EE. UU. a través del Polo Sur, donde América tiene pocos sistemas de alerta temprana. Además, los vehículos hipersónicos vuelan a menor altura que los misiles balísticos, lo que significa que podrían escapar a los sistemas de alerta temprana, ayudados por la curvatura de la Tierra. Por ello, los expertos consideran que las armas hipersónicas son altamente desestabilizadoras, no por su velocidad, sino por su sigilo y excepcional maniobrabilidad.
A pesar de la ausencia de sorpresa estratégica, la prueba de China podría tener un efecto similar al del Sputnik. La conmoción del Sputnik impulsó a la administración Eisenhower a buscar armas espaciales, desencadenando una carrera de misiles balísticos que vio a las dos superpotencias acercarse a un desastroso enfrentamiento durante la crisis de los misiles de Cuba. Las pruebas chinas pueden desencadenar una agresiva competición entre las potencias nucleares para modernizar sus arsenales nucleares y añadir nuevas capacidades potencialmente desestabilizadoras a su arsenal.
Las tecnologías emergentes, como los sistemas de armas hipersónicas, afectan a la estabilidad estratégica de dos maneras: Socavan la “estabilidad de las crisis”, incentivando así el primer uso nuclear, y erosionan la “estabilidad de la carrera armamentística” al fomentar un ciclo de acción-reacción. En la era actual, en la que las medidas de control de armas son mínimas, la prueba del sistema de misiles hipersónicos chino desencadenará una intensa carrera armamentística tanto a nivel global como regional. Estados Unidos ya está desarrollando misiles hipersónicos convencionales de largo alcance. Con la prueba china, Estados Unidos puede verse obligado a ampliar su programa hipersónico y a modernizar aún más sus sistemas de defensa antimisiles.
Los sistemas de armas hipersónicas de punta nuclear de China, aunque no están especialmente orientados a la India, podrían empujar a Nueva Delhi a adoptar dos cursos de acción. En primer lugar, acelerar su programa de misiles hipersónicos. En segundo lugar, considerar la posibilidad de erigir una defensa antimisiles igualmente robusta. Al parecer, India está desarrollando un misil hipersónico de doble capacidad y un misil hipersónico antibuque. Los avances chinos en tecnologías de sigilo llevarán a Nueva Delhi a buscar capacidades similares, pero también a desarrollar contramedidas eficaces. Esto puede desencadenar una carrera armamentística regional, una señal que no es especialmente alentadora para la paz regional.