En marzo, Ucrania perdió sistemas Patriot y S-300 en Donbás por un ataque preciso del misil Iskander-M ruso.
La escalada de la guerra en Gaza, en la que se enfrentan Israel y la organización terrorista Hamás, ha conseguido desviar parcialmente la atención de Washington del teatro de operaciones en Ucrania.
Aunque no del todo, este desvío es significativo, marcando a Israel como una prioridad más inmediata para la política exterior estadounidense. Este reajuste de intereses ha suscitado rumores en los círculos políticos sobre la disposición de Japón a aportar sus sistemas de defensa antiaérea Patriot a Ucrania, una medida que requeriría la luz verde de Washington, pero que hasta ahora no ha encontrado oposición.
Informes recientes indican una fuerte reprimenda del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso a la administración japonesa, advirtiendo sobre las consecuencias de exportar sistemas de misiles Patriot a Estados Unidos, dada la eventualidad de que estos acaben en manos de las fuerzas armadas ucranianas.
Complicaciones en la transferencia de sistemas Patriot
En diciembre, la administración de la Casa Blanca confirmó que Japón había dado su consentimiento para transferir sistemas de misiles Patriot a Ucrania a través de Estados Unidos, actuando este último como intermediario. Este mecanismo permitiría a Japón eludir el dilema moral y político de enviar armamento directamente a una zona de guerra activa, mitigando así la resistencia interna a la decisión.
Sergey Zhestkii, director del Departamento de la Tercera Asia del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, intensificó la advertencia, señalando que en diciembre de 2023 el gobierno de Fumio Kishida adoptó medidas legislativas para suavizar las restricciones internas a la exportación de material bélico, concretamente para facilitar el envío de misiles Patriot a Washington. La advertencia se transmitió directamente a través del embajador en Moscú, Muto Akira, haciendo hincapié en que el verdadero beneficiario sería el régimen de Kiev, lo que podría interpretarse como complicidad de Japón en la guerra.
Perspectivas del apoyo militar japonés a Ucrania
A principios de marzo se produjo un importante revés para las fuerzas ucranianas con la pérdida de los sistemas de defensa antiaérea MIM-104 Patriot y S-300 en Donbás como consecuencia de un ataque de precisión de un misil balístico ruso Iskander-M.
Incidentes anteriores, de los que se informó el año pasado, de ataques rusos con éxito contra sistemas Patriot no pudieron confirmarse tan fácilmente como el suceso del 8 de marzo. Los ataques anteriores tuvieron lugar en lugares más alejados de las líneas del frente, ejecutados por armas de mayor alcance.
La pérdida de estos sistemas subraya las advertencias hechas por funcionarios estadounidenses al Washington Post sobre las devastadoras consecuencias de una posible ruptura de las líneas ucranianas. Se destacaba el impacto catastrófico que la ausencia de defensas aéreas eficaces podría tener sobre la población civil urbana ucraniana.
Documentos del Pentágono filtrados en abril de 2023 revelaban la preocupación por la vulnerabilidad de la red de misiles tierra-aire de Ucrania, advirtiendo del riesgo de que esta red quedara “completamente agotada”, una situación que pone aún más de relieve la urgencia de reforzar la defensa antiaérea ucraniana ante las continuas agresiones.
Escasez de defensa y la cooperación internacional
La posible adquisición de sistemas Patriot a Japón constituye un baluarte crucial contra la acuciante escasez de sistemas de defensa antiaérea que asola a las fuerzas estadounidenses. La escalada de la guerra en Oriente Medio, unida al aumento de la presencia militar norteamericana en regiones clave, ha exacerbado la presión sobre los medios de defensa antiaérea disponibles. En zonas críticas como Oriente Medio, Europa del Este y el Pacífico, donde se está produciendo un alarmante aumento de las amenazas de misiles enemigos, los sistemas Patriot estadounidenses se están desplegando al límite de sus capacidades.
Con dos de sus quince batallones de primera línea desplegados en Oriente Medio, otros adicionales asignados para entrenamiento y otros estacionados estratégicamente en Alemania, Japón y Corea del Sur, Estados Unidos se enfrenta a un dilema operativo. La entrega de sistemas Patriot a Ucrania, más allá de su naturaleza controvertida, se hace insostenible sin un redespliegue del arsenal estadounidense en este momento crítico.
El gesto de Japón de ofrecer sistemas Patriot refleja la considerable influencia de Washington y sus aliados occidentales, a pesar de que Japón no tiene ningún interés directo en la guerra ruso-ucraniana. Este acto se produce en un contexto de amenazas misilísticas en constante evolución por parte de Rusia, China y, sobre todo, Corea del Norte.
Japón y su reorientación en la política de exportaciones militares
La reciente disposición de Japón a exportar aviones de combate de última generación a terceros países marca un cambio significativo en su política de control de armamentos. Este hecho sugiere una reevaluación de la postura japonesa respecto a las exportaciones militares, señalada indirectamente por el primer ministro Kishida. La prohibición de exportar cazas avanzados, según Kishida, podría limitar la colaboración de Japón con Estados Unidos, señalando la interdependencia entre ambos países en materia de desarrollo y producción militar.
Sin embargo, Kishida subrayó que las consecuencias de restringir las exportaciones trascienden los ámbitos económico e industrial, señalando los retos a los que se enfrentaría Japón para mantener su actual infraestructura de defensa sin acceso a tecnología militar de vanguardia.
La venta de interceptores en el contexto ucraniano
El actual escenario en Ucrania introduce una complejidad adicional en la venta de sistemas de misiles interceptores PAC-2/PAC-3 de fabricación japonesa a Estados Unidos, nación que ya produce el sistema Patriot. Esta situación ha suscitado preocupación en Moscú, dada la posibilidad de que estos interceptores acaben siendo utilizados por las fuerzas ucranianas.