El 2024 marca un hito crucial en la evolución de la aviación militar estadounidense, con la Fuerza Aérea de EE. UU. preparándose para tomar una decisión fundamental: la elección del constructor del avanzado avión de combate Next Generation Air Dominance (NGAD).
Actualmente, la competencia para este monumental contrato, valorado en unos 300 millones de dólares por aeronave, se libra ferozmente y en secreto entre dos colosos de la industria aeroespacial. Este contrato no solo implica una suma astronómica de dinero, sino que también tiene el potencial de redefinir las dinámicas de poder dentro de este sector.
Elección del avión NGAD: Una disputa estratégica de alto vuelo

En un movimiento estratégico, en mayo, la Fuerza Aérea envió a un grupo selecto de corporaciones de defensa una invitación clasificada para participar en el desarrollo y manufactura del caza NGAD. Sin embargo, en julio, Northrop Grumman se retiró de la contienda como contratista principal, aunque no descartó su participación en el proyecto del NGAD para la Armada de EE. UU., el F/A-XX.
La salida de Northrop Grumman del campo principal deja a Lockheed Martin y Boeing como los únicos contendientes en esta carrera de alto calibre. Se prevé que, en algún momento de este año, la Fuerza Aérea otorgue el contrato a uno de estos titanes de la aeroespacial. Paralelamente, el Pentágono incrementa sus inversiones en el desarrollo de esta aeronave vanguardista.
Más allá de las cualidades técnicas de cada prototipo, la decisión del Pentágono se basará en consideraciones que superan las capacidades y costos de cada diseño. La industria aeroespacial y de defensa de EE. UU. prospera en un ambiente de competencia leal. Esta rivalidad estimula la innovación, impulsando a las empresas a desarrollar diseños superiores y económicamente viables. Un monopolio en los grandes contratos podría ser perjudicial para el sector en su conjunto.

Históricamente, el Pentágono ha mantenido un equilibrio entre los grandes jugadores de la industria, una tendencia que continúa hasta hoy. Lockheed Martin, por ejemplo, es responsable del desarrollo del F-22 Raptor, el F-16 Fighting Falcon y el sigiloso F-35 Lightning II
Boeing, por su parte, cuenta en su portafolio con el F-15EX Eagle II, el bombardero estratégico B-52 Stratofortress y una gama de helicópteros de ataque y transporte. En tanto, Northrop Grumman trabaja en el innovador bombardero estratégico B-21 Raider, actualmente en producción.
NGAD, el futuro de la aviación militar: más allá de un alto coste
Aunque los detalles del NGAD son aún un enigma, está claro que marcará un antes y un después en la aviación de combate. Este caza furtivo de sexta generación, equipado para operaciones tripuladas y no tripuladas, representa un salto cuántico en tecnología militar. Las Fuerzas Aéreas de EE. UU. planean incorporar aproximadamente 200 de estas avanzadas aeronaves a su flota.
El precio del NGAD, estimado en 300 millones de dólares por unidad, ha generado debates. Sin embargo, como hemos analizado anteriormente en National Interest, este coste podría justificarse. Si consideramos las capacidades revolucionarias del NGAD en comparación con los modelos que reemplazará, el valor se percibe en una nueva luz.

Comparativamente, el NGAD sucederá al F-22 Raptor, cuyo costo, ajustado a la inflación del 2024, es de aproximadamente 255 millones de dólares por avión. Por lo tanto, la diferencia de precio entre ambos modelos no es tan significativa como podría parecer inicialmente.
Otra ventaja clave del NGAD es su diseño, que integra sistemas aéreos tanto tripulados como no tripulados trabajando en conjunto. Esta característica permite que cada unidad del NGAD reemplace múltiples aeronaves más antiguas, lo que se traduce en ahorros significativos en términos de mantenimiento y operatividad para la Fuerza Aérea.
Este enfoque innovador no solo optimiza los recursos, sino que también redefine la estrategia y la efectividad del poder aéreo militar.