La vigencia de los portaaviones en el panorama de la defensa naval contemporánea suscita interrogantes fundamentales, tanto en el contexto de Estados Unidos como a nivel global.
A pesar de la creciente amenaza que representan los arsenales especializados en contrarrestar portaaviones, como los desarrollados por el Ejército Popular de Liberación de China, destinados a neutralizar su operatividad en zonas marítimas disputadas, observamos una tendencia continua en la construcción y adquisición de estos navíos. Paralelamente, China avanza en la expansión de su flota con la incorporación de su tercer portaaviones, el más grande hasta la fecha, y proyecta la construcción de más unidades.
Esta tendencia no es exclusiva de China. En la última década, el Reino Unido ha culminado la construcción y puesta en servicio de dos portaaviones de gran envergadura; Japón ha reacondicionado dos buques de aviación de cubierta plana para la operación de cazas de última generación; India ha renovado un portaaviones ruso y ha desarrollado uno propio; y Corea del Sur contempla seriamente iniciar su propio programa de portaaviones, a pesar de las múltiples amenazas terrestres en su región.
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Ante este panorama, surge la cuestión: si los análisis recientes sugieren que los portaaviones son vulnerables ante la detección satelital y ataques misilísticos, ¿cuál es la razón detrás de la persistencia de las armadas en su adquisición? El continuo desarrollo de portaaviones no necesariamente confirma su relevancia militar sostenida, como lo demostró la historia de los acorazados durante la Segunda Guerra Mundial, cuya utilidad se vio cuestionada pese a su construcción prolongada. Es esencial examinar dos respuestas principales.
Persistencia de portaaviones en la estrategia naval moderna
La primera explicación radica en la percepción de que los portaaviones mantienen su utilidad militar. Es posible que el sistema antiacceso/denegación de área (A2/AD) implementado por China no sea tan efectivo en la práctica como se teoriza, y, además, existen múltiples objetivos menos fortificados que las costas de la República Popular China.
Los portaaviones proporcionan bases aéreas móviles que podrían demostrar mayor capacidad de supervivencia que instalaciones fijas. Aunque en ciertos escenarios de combate de alta intensidad su vulnerabilidad es evidente, en una amplia gama de operaciones militares su eficacia permanece indiscutible.
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Otro factor relevante es la disponibilidad del F-35B, un caza de quinta generación capaz de operar desde portaaviones de dimensiones reducidas y coste moderado. A pesar de su elevado precio y de las restricciones en su distribución impuestas por Estados Unidos, este caza ofrece a los portaaviones de menor tamaño una capacidad sin precedentes para contender en la superioridad aérea y ejecutar operaciones de ataque a medio alcance.
Las flotas aéreas navales de Reino Unido, Italia y Japón dependen exclusivamente del F-35B. España, Turquía y Australia poseen buques aptos para operar con el F-35B, aunque obstáculos fiscales, legales y organizativos han impedido su adquisición.
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Portaaviones: Símbolos de prestigio en la estrategia naval global
La segunda explicación para la persistencia de los portaaviones radica en su valor simbólico de prestigio para las armadas y naciones. Este aspecto se entrelaza con la utilidad práctica de estas embarcaciones.
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Los superportaaviones y buques anfibios grandes de la Marina de Estados Unidos, por ejemplo, desempeñan un papel crucial en operaciones de diplomacia naval, conocidas como “misiones de presencia”, durante sus visitas a puertos internacionales.
Similarmente, la Armada del Ejército Popular de Liberación de China ostenta sus portaaviones, a pesar de su relevancia operativa limitada en escenarios como la potencial anexión de Taiwán. Rusia, por su parte, ha demostrado su capacidad de proyección de poder al desplegar su portaaviones en misiones lejanas, como la realizada en Siria.
Para potencias como Estados Unidos, el Reino Unido o Rusia, un portaaviones es una poderosa declaración de fuerza militar y relevancia continua en la esfera global. Para naciones emergentes como China e India, los portaaviones son símbolos de modernidad y confirmación de su estatus como grandes potencias. Aunque el costo de estas demostraciones de poder puede ser elevado, forman una parte integral de la estrategia defensiva de las potencias mundiales desde hace tiempo.
El declive de la aviación naval en algunos países
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No obstante, la fascinación por los portaaviones no es universal. En el caso de Rusia, parece inminente su retiro del ámbito de la aviación naval. La falta de perspectivas de un retorno operativo del Almirante Kuznetsov y la disminución de pilotos navales capacitados para operaciones desde portaaviones apuntan hacia esta dirección.
En Brasil, la aviación naval tampoco ha prosperado tras el fracaso en la rehabilitación del Sao Paulo (anteriormente Foch francés), aunque la adquisición del antiguo HMS Ocean mantiene la capacidad de operar plataformas para helicópteros.
Rusia y Brasil han concluido que el costo de adquirir, mantener y operar un portaaviones supera los beneficios esperados en términos de poder y prestigio. Sin embargo, esta perspectiva no es compartida por otros países, que continúan valorando los portaaviones como elementos cruciales en sus estrategias de defensa y proyección de poder.
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Esta realidad desafía las predicciones de analistas que, desde 1945, vienen anunciando la obsolescencia de los portaaviones en la guerra moderna.