Fuentes rusas de información han adjudicado la eliminación de un blindado M1A1 Abrams a la actuación de un dúo de operadores de vehículos aéreos no tripulados (UAV) de vuelo en primera persona (FPV), empleando drones kamikaze de fabricación voluntaria y bajo costo.
Este incidente se había hecho eco previamente, tras la divulgación en plataformas de redes sociales de una grabación que exhibía el seguimiento de dicho tanque por parte de un dron ruso, culminando en imágenes del blindado consumido por el fuego.
Inicialmente, se postuló que un UAV era el agente detrás del ataque, aunque sorprende que fueran drones FPV de carreras, y no los Lancet de mayor envergadura y alcance, los responsables de la baja del Abrams.
Contrario a su costumbre de ensalzar su arsenal de punta, aunque este no cumpla con las expectativas —tal como el misil Kinzhal, promocionado como hipersónico e incontestable, pero que no cumple ni con uno ni con otro atributo—, resulta notable que sean los FPV, a menudo despreciados por los mandos rusos como meros “juguetes”, los que reciban reconocimiento.
Este suceso también podría ofrecer perspectivas sobre el panorama actual y futuro de la guerra blindada.
Implicaciones de la guerra moderna: El futuro de los tanques en juego
Los responsables de la acción fueron documentados en Rybar, un popular canal de Telegram vinculado al ámbito militar ruso, que acumula más de un millón de seguidores.
“Estos son los operadores FPV del Distrito Militar Central, «Bull» y «Dawn Warrior». Son ellos quienes reclaman la destrucción del primer Abrams que osó transitar por suelo ruso”, declaró Rybar.
El mensaje destaca que este par ha sido responsable de la aniquilación de múltiples vehículos anteriormente, incluyendo un vehículo de transporte blindado Bradley. Originado como una iniciativa amateur en 2018, Rybar evolucionó hacia una plataforma profesional tras su éxito inicial. Actualmente, se posiciona como uno de los principales canales informativos sobre el conflicto en Ucrania, aunque parece operar bajo la influencia del FSB ruso. Su contenido, lejos de criticar la campaña militar, se enfoca en un análisis factual, aunque con sesgo, más que en la mera propagación de propaganda.
“Resulta especialmente gratificante que el armamento predilecto de estos combatientes sea el dron kamikaze «Ghoul», y que los operadores hayan sido capacitados en «Turned at War», el centro donde se ensamblan estos aparatos”, añadió Rybar.
Rybar celebra este hecho, dado que la manufactura del Ghoul se sustenta mediante donativos de partidarios y no por financiamiento estatal ruso.
Una nueva era en la guerra no tripulada: Los drones FPV cambian las reglas
El dron Ghoul FPV, mencionado por primera vez en una publicación de TASS en mayo de 2023, fue el resultado de la ingeniería de un colectivo anónimo basado en la región de Sverdlovsk. Este grupo afirmó haber llevado a cabo la totalidad del diseño y manufactura del aparato con financiación exclusiva de donaciones, principalmente a través de canales de Telegram, sin involucramiento estatal. El Ghoul, al igual que otros dispositivos FPV utilizados por ambas facciones, es un cuadricóptero compacto y ágil, diseñado para portar una carga útil de tipo RPG nuclear, asegurada mediante un sistema de sujeción impreso en 3D.
En julio, el equipo detrás del Ghoul anunció el desarrollo de un UAV de retransmisión denominado Udlintel, un término que evoca la idea de un “extensor de alcance”. La principal limitación de la comunicación por radio, que requiere línea de vista directa, significa que obstáculos naturales como colinas o montañas pueden interrumpir la señal. El Udlintel funciona como un repetidor aéreo, extendiendo el rango operativo del Ghoul de 5-8 kilómetros a 10-16 kilómetros, permitiendo a los operadores alcanzar blancos más allá de las líneas enemigas y fuera del campo visual directo. La tripulación del Abrams, probablemente, no fue consciente del peligro hasta que el dron hizo impacto.
Táctica y tecnología: El papel de los drones en el campo de batalla moderno
Antes del ataque, un UAV de reconocimiento ruso ZALA había seguido al Abrams. Estos drones suelen preceder a los kamikaze Lancet, que se caracterizan por su mayor resistencia a interferencias y su capacidad para portar ojivas más pesadas que un FPV como el Ghoul.
Con una producción limitada a unos pocos cientos de Lancets mensuales, la disponibilidad de estos para un objetivo de alto valor como el Abrams podría ser escasa. Sin embargo, la fabricación de drones FPV ha escalado a más de 1,000 unidades diarias, con estimaciones que sugieren una producción total en Rusia de hasta 300,000 unidades mensuales. Esto asegura que operadores como Bull y Dawn Warrior dispongan de un arsenal suficiente para dirigirse a cualquier objetivo visible.
El Abrams se destaca por su robusto blindaje, especialmente en el frente, capaz de resistir impactos de proyectiles RPG como los que puede portar un Ghoul. Sin embargo, los estrategas de drones han perfeccionado técnicas para apuntar a las áreas más vulnerables de un tanque. Mientras que los blindados rusos pueden sufrir detonaciones instantáneas al recibir impactos en el delgado blindaje trasero de su torreta, el Abrams cuenta con la ventaja de un compartimento de munición blindado separado, equipado con paneles antiexplosión. A pesar de ello, su armadura lateral, trasera y superior permanece significativamente menos protegida en comparación con su frente blindado.
Estrategia y supervivencia: aumenta el coste de la guerra moderna
La atribución de la destrucción del tanque a la intervención de dos operadores FPV indica la probable implementación de múltiples ataques. Este método es representativo de la táctica FPV, donde inicialmente se busca inmovilizar el objetivo, típicamente dañando su motor, para luego proceder a su destrucción definitiva con ataques adicionales.
Los métodos de ataque varían en sofisticación, desde maniobras relativamente refinadas, como el caso de un T-90M ruso primero cegado y luego abandonado y destruido por un segundo dron, hasta tácticas más directas, donde un T-72B3 ruso fue golpeado repetidamente por al menos seis drones FPV hasta su ignición y subsiguiente explosión.
Con un coste aproximado de 400 dólares por unidad —inicialmente el Ghoul tenía un precio de 50.000 rublos o 548 dólares, aunque se sugiere una reducción de costos con la producción masiva— los operadores pueden permitirse el lujo de emplear múltiples drones contra un solo tanque, cuyo valor asciende a cerca de 10 millones de dólares. Esta ventaja económica facilita el uso de drones incluso contra blancos menos valiosos; los operadores rusos de FPV frecuentemente los dirigen contra soldados de infantería.
La efectividad de los FPV sugiere que pueden neutralizar cualquier objetivo. Los modelos más recientes de T-90M rusos, a pesar de ser más resistentes que sus predecesores, enfrentan grandes bajas frente a estos ataques. Los tanques occidentales, como los Leopard alemanes, los Challenger británicos y ahora los Abrams estadounidenses, ofrecen una mejor protección a sus tripulaciones, permitiéndoles sobrevivir, pero incluso una protección aérea avanzada no garantiza su invulnerabilidad.
La introducción de misiles guiados antitanque obligó a un cambio de tácticas en los tanques, que aprendieron a contrarrestar estos ataques con fuego de supresión o maniobras evasivas. Sin embargo, estas tácticas resultan ineficaces contra los FPV, cuyo número y capacidad kamikaze representan un desafío significativo. Además, la rápida evolución de estos drones promete versiones futuras aún más letales.
Aunque sería prematuro declarar obsoletos a los tanques, la pérdida de un Abrams señala un cambio de paradigma, sugiriendo que el avance tecnológico podría estar inclinando la balanza en contra de estas poderosas máquinas de guerra.