El Su-35 ruso, aunque tecnológicamente avanzado, enfrenta serias dificultades en Ucrania, donde ha sufrido numerosas bajas, revelando vulnerabilidades en el poderío militar ruso.
La invasión rusa a Ucrania ha causado un desastre, con apenas ganancias territoriales tras dos años y medio de combates. El control del espacio aéreo nunca fue asegurado, y las fuerzas rusas se han visto obligadas a depender de tecnología de la Guerra Fría debido al agotamiento de tanques, aviones y buques. Mientras tanto, Ucrania cuenta con un firme respaldo militar y moral de la comunidad internacional, situación que ha dejado a Rusia como un paria global.
El fracaso del presidente ruso, Vladimir Putin, para lograr avances significativos ha generado dudas sobre la fortaleza militar de Rusia. Han surgido críticas sobre la estrategia y la capacidad de equipamiento del país, evidenciadas en la dificultad de algunas de sus unidades para mantenerse en combate. Uno de los equipos que más ha sufrido es el caza Sukhoi Su-35.

El Su-35, un avión de combate de cuarta generación desarrollado a partir del Su-27, se distingue visualmente por la adición de canards y un borde de ataque del ala rediseñado. Estas modificaciones abordaron un problema persistente del Su-27 relacionado con las sacudidas durante maniobras de alto ángulo de ataque. Sin esas sacudidas, el Su-35 es capaz de soportar 10 G y, gracias a su avanzado sistema de control fly-by-wire, puede maniobrar con gran agilidad.
Además de las mejoras en la estructura del avión, el Su-35 cuenta con el sistema de control de armas N011 Bars, un radar de matriz de fases que supera en sofisticación al N001 del Su-27. Este sistema permite al Su-35 rastrear hasta 15 objetivos simultáneamente y lanzar seis misiles, frente a los diez objetivos y dos misiles que podía manejar su predecesor.
Pese a estas mejoras, el Su-35 ha enfrentado serias dificultades para sobrevivir en el espacio aéreo ucraniano. Varios Su-35 han sido derribados, incluido uno cerca de la costa de Sebastopol, sitio de la anexión rusa en 2014. El piloto de este Su-35 fue rescatado, pero las imágenes del avión en llamas cayendo al mar se hicieron virales. Aún se desconoce la causa del accidente.

El incidente en Sebastopol no es un caso aislado. En febrero, se derribaron dos Su-35, lo que marcó un mal mes para Rusia, con pérdidas de aeronaves de combate que llegaron a 60 unidades en ese periodo.
La situación podría complicarse aún más con la llegada del primer lote de F-16 estadounidenses a Ucrania. Aunque la flota de F-16 de Ucrania es pequeña y estos cazas no furtivos podrían enfrentar dificultades en operaciones ofensivas sobre territorio controlado por defensas aéreas rusas, su presencia podría influir en la supervivencia de los Su-35 en futuros combates.