El programa JSF enfrentó al Boeing X-32 y al Lockheed Martin X-35 en una batalla clave. La victoria del X-35 en 2001 aseguró el dominio del F-35.
El programa JSF y la necesidad de un nuevo caza multifunción
A finales de los años 90, el Departamento de Defensa de EE. UU. lanzó el programa Joint Strike Fighter (JSF) con el objetivo de desarrollar un caza avanzado para sus Fuerzas Armadas y aliados. El proyecto buscaba un avión más asequible que el F-22 Raptor, pero sin comprometer capacidades clave como el sigilo y la versatilidad en combate.
El JSF debía ofrecer una plataforma común adaptable a tres variantes: despegue y aterrizaje convencionales (CTOL) para la Fuerza Aérea, operaciones en portaaviones (CV) para la Marina y un modelo de despegue corto y aterrizaje vertical (STOVL) para los Marines. A diferencia del F-22, cuyo alto costo y tecnología restringida impidieron su exportación, el JSF fue diseñado para producción masiva y uso compartido con aliados estratégicos.
Dos gigantes de la industria aeroespacial compitieron por el contrato: Lockheed Martin con el X-35 y Boeing con el X-32. La empresa ganadora no solo recibiría un contrato valorado en más de 200 mil millones de dólares, sino que definiría el futuro de la aviación militar del siglo XXI.
X-32: la apuesta de Boeing por la simplicidad y economía
Boeing presentó el X-32, un diseño con ala delta y un fuselaje ancho, priorizando costos reducidos y mantenimiento simplificado. Desarrolló dos versiones: el X-32A para misiones CTOL y CV, y el X-32B con capacidad STOVL.

El caza utilizaba un motor Rolls-Royce Liberty Works, basado en el F119 del F-22, con un peso vacío de 24.000 libras (10.886 kg) y una velocidad máxima estimada de Mach 1,6 (1.960 km/h). Su diseño buscaba mejorar la visibilidad del piloto y reducir la complejidad estructural, con superficies inclinadas para disminuir la firma de radar.
Características clave del X-32 de Boeing
- Dos versiones: X-32A para despegue convencional y X-32B con capacidad STOVL.
- Motor Rolls-Royce Liberty Works derivado del F119 del F-22.
- Velocidad máxima proyectada de Mach 1,6 (1.960 km/h).
- Diseño con ala delta para optimizar visibilidad y reducir costos.
- Problemas con el sistema STOVL por sobrecalentamiento y tensión estructural.
A pesar de sus intentos por equilibrar economía y tecnología, el X-32 enfrentó fallos críticos. Su sistema STOVL, que usaba un flujo directo de escape para sustentación vertical, presentó problemas de sobrecalentamiento y estrés estructural. Además, su rendimiento supersónico fue inferior al esperado, limitando su capacidad aire-aire y quedando por debajo del desempeño del X-35.
X-35: la solución avanzada de Lockheed Martin

Lockheed Martin desarrolló el X-35, un caza con un diseño más refinado y tecnología avanzada. Presentó tres versiones: X-35A (CTOL), X-35B (STOVL) y X-35C (CV), priorizando integración tecnológica sobre costos.
El avión estaba equipado con el motor Pratt & Whitney F135, el más potente jamás construido para un caza, con 43.000 libras de empuje en postcombustión. Su estructura aerodinámica y alas trapezoidales mejoraron su maniobrabilidad, alcanzando una velocidad de Mach 1,6. Su sistema STOVL, basado en un ventilador de sustentación y una tobera giratoria, superó ampliamente al del X-32 en eficiencia y estabilidad.
El X-35 también destacó en tecnología furtiva, con compartimentos internos de armas y una reducción significativa de su firma radar. Durante las pruebas, demostró transiciones STOVL impecables y capacidad para operar en portaaviones simulados, consolidando su ventaja sobre el X-32.
El fallo del X-32 y la victoria del X-35
Tras una serie de pruebas de vuelo entre 2000 y 2001, el Departamento de Defensa anunció el 26 de octubre de 2001 que el X-35 era el ganador del programa JSF. Con su nueva designación como F-35 Lightning II, el caza se convirtió en la pieza clave de la estrategia aérea estadounidense.

El X-32, relegado a la historia, no logró superar los obstáculos técnicos y operacionales que limitaban su rendimiento. Sus prototipos fueron enviados a museos, como el X-32A expuesto en el Museo Nacional de la Fuerza Aérea en Dayton, Ohio.
El programa JSF, cuyo costo final superó los 400 mil millones de dólares, impulsó la producción de más de 1.000 unidades del F-35 para EE. UU. y sus aliados, incluyendo Reino Unido, Japón y Australia. Aunque el X-32 proponía una alternativa más económica, su diseño no pudo igualar la combinación de maniobrabilidad, sigilo y versatilidad del F-35.
El impacto del F-35 en la aviación militar

El F-35 heredó tecnologías del F-22, pero su enfoque en accesibilidad permitió una adopción masiva, cumpliendo el propósito del JSF de unificar capacidades en un solo caza. Su éxito radica en su adaptabilidad a múltiples roles, desde combates aire-aire hasta ataques furtivos.
Aunque enfrenta críticas por costos y retrasos, el F-35 consolidó su posición como el caza de quinta generación más utilizado en el mundo. La competencia con el X-32 no solo determinó un ganador, sino que definió una nueva era en la aviación de combate, dejando al X-32 como un experimento que no logró imponerse ante la visión más completa de Lockheed Martin.