Según la ONU, 821 millones de personas en todo el mundo sufrieron hambre o malnutrición en 2018, y casi dos mil millones de personas no pueden depender del acceso regular a alimentos seguros y suficientes. La capacidad de proporcionar fuentes de alimentos fácilmente disponibles y nutritivos incluso en circunstancias difíciles es esencial para superar este problema.
El profesor Itzhak Mizrahi, científico de la Universidad Ben-Gurion del Néguev, dirige una investigación con colegas de la Organización de Investigación Agrícola y la Universidad Hebrea de Jerusalén que podría aumentar la viabilidad de la acuicultura, o la práctica de criar peces en estanques, en entornos difíciles y proporcionar una fuente extraordinaria de alimentos.
El equipo determinó la funcionalidad de los microbiomas centrales de los peces, un factor que influye notablemente en los seres vivos y en su supervivencia y funcionamiento, según se detalla en un estudio reciente publicado en Nature Microbiology.
Según Mizrahi, que habló con The Jerusalem Post, “es relativamente poco conocido, pero las comunidades de microbiomas residen en el entorno intestinal de los organismos multicelulares, desde los peces hasta los seres humanos, e interactúan ampliamente con sus huéspedes y con su bienestar”. “Creemos que el microbioma intestinal, o las comunidades microbianas que viven en él, influyen en la capacidad de los peces para adaptarse a su entorno”.
El estudio señala que los microorganismos básicos son los que están presentes en varias especies de peces. La capacidad de éstos para mantenerse dentro de su organismo huésped de forma tan persistente es una de las cuestiones importantes que explora el estudio. Hasta ahora, este tema no se ha tratado a fondo en ninguna criatura, incluidos los humanos.
“Tomamos la decisión de trabajar en el problema de los peces. Descubrimos ocho microorganismos en las dos primeras especies que examinamos, así como en muchas especies adicionales cuando buscamos microbiomas centrales. Después, buscamos las características específicas que les permiten sobrevivir en diversas especies y condiciones intestinales”, añadió Mizrahi.
Además, los científicos descubrieron que algunos microorganismos tienen una mayor viabilidad genética que otros. También aprendieron a través de su interacción que los microorganismos fundamentales se apoyan mutuamente.
Según el profesor, “cada uno de ellos consume distintos componentes de la dieta de los peces y al hacerlo fabrican sustancias químicas y se alimentan mutuamente, una característica que les permite vivir mejor en entornos diversos”.
¿Por qué es esto crucial? Porque estos animales no se adaptan bien porque son organismos ectotérmicos que no pueden controlar su temperatura corporal. “Este hallazgo nos permitirá realmente, espero que en un futuro próximo, diseñar mejor esas comunidades microbianas para favorecer el bienestar de los peces y su capacidad de sobrevivir en entornos difíciles”. Según los especialistas, los microbiomas también ayudan a los peces a regular su temperatura corporal.
Dado que se prevé que la temperatura del mar aumente considerablemente en los próximos años, se prevé que este estudio, cuyo principal objetivo era obtener resultados que pudieran servir de apoyo a las actividades acuícolas y aumentar su productividad, ayude también a afrontar los retos que plantea el calentamiento global.
El estudio se centró en la lubina europea, especialmente pertinente en la región mediterránea, y la tilapia, la especie más popular criada en acuicultura. Un informe del Banco Mundial, la FAO y la Política Alimentaria Internacional calcula que para 2030 más del 60% del pescado destinado al consumo humano procederá de la acuicultura y no de capturas silvestres.
“Nuestro próximo paso es diseñar los microbiomas o su composición para favorecer aspectos específicos del huésped, como nadar más rápido o vivir mejor en determinadas situaciones, utilizando lo que hemos aprendido. Nuestro objetivo es crear artificialmente microbiomas adaptados a la acuicultura”, afirma Mizrahi.