Desde los campus universitarios hasta los profesionales de la medicina y la salud mental, personas cuyas carreras se basan en la investigación y los hechos están cayendo unas sobre otras para condenar a Israel por la guerra defensiva del mes pasado contra Hamás, y en un lenguaje terriblemente uniforme.
No sé cómo detener las mentiras sobre las “masacres” israelíes cuando esa mentira ha sido amplificada por los profesores de tantas universidades, por los medios de comunicación, por los estudiantes, así como en las revistas médicas y científicas.
Los médicos, tanto los clínicos como los investigadores científicos, también se han politizado. Según un amigo cirujano:
“Tuve que abandonar mi grupo de mujeres médicas en Facebook por el rabioso antisemitismo disfrazado de humanismo pro-palestino. Formamos un grupo separado llamado ‘médicos contra el antisemitismo que rápidamente consiguió 1.500 miembros”.
Según Michael Vanyukov, genetista y profesor de ciencias farmacéuticas, psiquiatría y genética humana en la Universidad de Pittsburgh:
“Dejé la totalitaria y antisemita Unión Soviética hace 30 años… poco sabía que la sociedad científica a la que pronto me uniría en Estados Unidos -Behavior Genetics Association (BGA)- me traería recuerdos de mi viejo y lamentado país. Hace poco me enteré de que el comité ejecutivo de la sociedad expresó su apoyo a BLM. Me sorprendió. No solo la BGA no tiene por qué involucrarse en la política partidista, sino que los ataques de BLM a las instituciones judías no fueron al azar… como es lógico, los líderes de BLM también se describen a sí mismos como “marxistas entrenados”. Apoyar a BLM -un grupo racista que odia a los judíos- devuelve a la genética a su fea página de historia de la ignorancia”.
Para su enorme mérito, Vanyukov dimitió.
Tiene mucho sentido. Estamos sufriendo la más profunda degradación tanto de los expertos como de la experiencia.
Por ejemplo, en 2010, The Lancet, antaño una de las principales revistas de medicina, culpó a Israel del supuesto aumento de las “palizas” en Gaza.
Estos investigadores no revelaron que su estudio fue financiado por la Autoridad Nacional Palestina y que sus datos fueron recogidos por la Oficina Central Palestina de Estadísticas. Además, no establecen ninguna comparación de referencia con la violencia doméstica en Egipto, Siria y Arabia Saudí, países que no están ocupados por Israel ni por Occidente.
Y en medio del último conflicto, publicó una carta el 19 de mayo de Issam Awadallah, del “Complejo Médico Shifa, en Gaza, Palestina”. Afirma que “este enclave al aire libre ha estado bajo asedio durante los últimos 14 años, lo que ha dejado al sistema sanitario en peligro debido a la limitación de recursos, a la falta de equipos y a la peligrosa escasez de muchos medicamentos esenciales”.
Culpar a Israel de este estado de cosas, cuando se dan fortunas de dinero a Gaza solo para que desaparezcan en la infraestructura de los túneles de ataque mientras Israel permite todas las importaciones médicas, es desequilibrado y falso. Todos los fallos en las infraestructuras de Gaza se deben a los dirigentes de Hamás, que llevan 14 años dando prioridad a su deseo de matar a civiles israelíes por encima de las necesidades básicas de los árabes palestinos.
Awadallah repite la propaganda de Hamás, incluyendo un recuento de víctimas palestinas prematuro, inexacto y fuera de contexto, incluyendo niños.
El papel de The Lancet como plataforma para la política antiisraelí no es nuevo. Algunos investigadores de The Lancet no revelan que su financiación procede de grupos pro-palestinos, como Medical Aid for Palestinians y el pro-palestino Norwegian Aid Committee, organizaciones hostiles a Israel.
Lo que resulta interesante es que, a pesar de las críticas del presidente de la Asociación Médica de Israel y de otros científicos destacados, el sesgo de The Lancet ha persistido. Sus artículos supuestamente “médicos” y “científicos” citan habitualmente información falsa y de una manera que se ajusta a la “narrativa letal” creada por Hamás que ha sido adoptada por los medios de comunicación occidentales.
Incluso cuando los autores de Lancet tratan temas estrictamente médicos en Gaza, siguen refiriéndose, al menos una vez, al “TPO”, también conocido como “territorio palestino ocupado”, y esto siguió siendo así incluso después de que Israel se retirara unilateralmente de Gaza.
Después de publicar un artículo que condena a Israel solo por el sufrimiento en Gaza, The Lancet pasa a publicar un número igual de cartas que apoyan y se oponen a dicho artículo. Los artículos a favor se han publicado a menudo tras una lucha y un retraso.
¿Qué podemos decir de la antaño fiable Scientific American, que ahora ha publicado un artículo que se centra exclusivamente en la “furiosa crisis de salud mental”, pero solo en Gaza, no en Israel?
El artículo, escrito por el psiquiatra Yasser Abu Jamei, director del programa de salud mental de la comunidad de Gaza, va acompañado de una foto de personas entre los escombros, junto a trabajadores de la defensa civil, en las “secuelas de un bombardeo israelí”. Abu Jamei se refiere a la sintomatología de estrés postraumático entre los niños palestinos como resultado de la “ofensiva de 11 días de Israel sobre la población de la Franja de Gaza”.
Abu Jamei no menciona el número de víctimas y el trauma creado cuando cientos de cohetes de Hamás se quedaron cortos y cayeron encima de los habitantes de Gaza. No tiene ni una palabra para los problemas de salud mental en Israel debidos a los bombardeos de Hamás (aproximadamente 20.000 cohetes desde 2004) sobre ciudades israelíes, especialmente en el sur de Israel. Abu Jamei cita a “niños gazatíes con poca concentración”, “mojando la cama”, “irritabilidad” y “terrores nocturnos”. (Sabemos que esto es cierto para los niños del sur de Israel).
Sorprendentemente, Abu Jamei cita cifras igualmente inexactas al igual que The Lancet: “Al menos 242 personas murieron en Gaza, incluyendo 66 niños, 38 mujeres (cuatro embarazadas) y 17 ancianos”. Ni un solo terrorista-combatiente entre ellos! Además, Abu Jamei vio “seis hospitales y 11 clínicas (que fueron) dañados”. Ni una palabra sobre si Hamás tenía oficinas o almacenaba armas allí. Ni una palabra sobre la negativa de Hamás a proteger a sus civiles o su afición a utilizarlos como escudos humanos con fines meramente propagandísticos. De hecho, no se menciona a Hamás en absoluto.
Pero el jefe de Hamás, Yahya al-Sinwar, admitió que su organización terrorista incrustó sus centros de mando y lanzadores de cohetes en estructuras civiles. Esto, reconoció, es “problemático”. Y a medida que surgen los nombres de los muertos, descubrimos que una proporción significativa de ellos eran combatientes de Hamás. Hamás dijo que había perdido 80 combatientes. Israel estima que el número es superior a 100.
El director del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas (OOPS), en un sorprendente momento de franqueza, dijo que los bombardeos de Israel en Gaza eran “precisos”.
Por reconocer esta realidad, Matthias Schmale tuvo que pedir disculpas y fue apartado de su cargo.
Mientras tanto, en el campus, un ala del sindicato que representa a “25.000 profesores y personal de la Universidad de la Ciudad de Nueva York” votó la semana pasada para “condenar la masacre de palestinos por parte del Estado israelí” y exigir que la escuela “desinvierta de todas las empresas que ayudan a la colonización, ocupación y crímenes de guerra israelíes”. En la Universidad de Princeton, decenas de estudiantes, profesores, personal y ex alumnos firmaron una “Carta abierta en apoyo a Palestina”.
La propaganda envenenada llega hasta los profesores de los colegios públicos. Por ejemplo, el Sindicato de Profesores de Los Ángeles espera votar una resolución en septiembre que “instaría al gobierno de Estados Unidos a poner fin a toda la ayuda a Israel. Como educadores de las escuelas públicas de Estados Unidos tenemos una responsabilidad especial de solidarizarnos con el pueblo palestino… debido a los 3.800 millones de dólares anuales que el gobierno de Estados Unidos da a Israel, utilizando así directamente el dinero de nuestros impuestos para financiar el apartheid y los crímenes de guerra”.
Resulta bastante irónico que el Consejo de Educación de Los Ángeles acabe de cerrar un acuerdo de 30 millones de dólares con Apple para distribuir iPads a sus estudiantes. Sin embargo, un importante proveedor está utilizando “el trabajo forzado de miles de trabajadores uigures (musulmanes) para fabricar piezas para los productos de Apple.” Esos uigures también son sometidos a tortura y recluidos en campos de internamiento donde son “adoctrinados para renegar del Islam” por el gobierno chino, según un nuevo informe de Amnistía Internacional.
El sindicato no propone ningún boicot a China.
El sindicato de profesores de San Francisco ya ha pedido “esencialmente las mismas acciones” contra Israel.
Hace más de 20 años, un puñado de nosotros vio el tsunami de propaganda antiisraelí que se nos venía encima.
No se nos escuchó. En realidad, se nos escuchó y, por lo tanto, se nos difamó, se nos burló, se nos censuró y se nos obligó a publicar en lugares cada vez más pequeños, apartados de los medios de comunicación. Algunos de nosotros fuimos despedidos de nuestros trabajos académicos.
Y ahora el tsunami está sobre nosotros. La presidenta entrante de Psicólogos por la Responsabilidad Social de la Asociación Americana de Psicología es Lara Sheehi. Está especializada en “descolonización” y, aunque no es experta en historia, geografía o religión de Oriente Medio, se describe a sí misma como fuertemente pro-Palestina.
Como es habitual, la propaganda ha desatado rápidamente minipogromos y grandes pogromos contra los judíos en todo el mundo. En la diáspora, los judíos civiles no tienen FDI para defenderlos.
Kathryn Wolf publicó un artículo en Tablet en el que describe elocuentemente sus “gritos” sobre el antisemitismo en Durham, N.C., que cayeron “en saco roto”. Ella concluye, correctamente:
“Si he aprendido algo, es esto: La caballería no viene. Nosotros somos la caballería”.
Phyllis Chesler es profesora emérita de Psicología y Estudios de la Mujer en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), y autora de 20 libros, entre ellos Women and Madness, y A Family Conspiracy: Honor Killings. Es miembro principal del IPT, y miembro del MEF y del ISGAP.