En el siglo XXI, los medios de comunicación se han transformado en un arma de doble filo, que sirven tanto de informadores como de manipuladores de la percepción pública. La inimaginable revelación de que incluso los terroristas explotan los medios de comunicación internacionales para justificarse pone de relieve el alarmante estado de la ética de los medios.
Los iraníes, acostumbrados a las narrativas sesgadas de medios como la BBC persa, no son ajenos a la manipulación mediática, a menudo alimentada por agendas políticas.
La reciente exposición de medios de comunicación que grabaron actividades criminales, en particular durante la bárbara masacre de Hamás del 7 de octubre, plantea no solo cuestiones éticas, sino también la preocupación por la complicidad de los medios de comunicación en la exhibición de atrocidades, que recuerdan a las tácticas de ISIS.
Hoy en día, Israel no comete crímenes de guerra. Se plantea una pregunta válida sobre por qué hubo silencio por parte de los autoproclamados activistas de derechos humanos cuando miles de opositores fueron asesinados por Jomeini o cuando Jamenei acabó con la vida de manifestantes inocentes. Esta disparidad exige un examen más detenido. A lo largo de la historia, diversos califatos islámicos han estado asociados a acciones terroristas llevadas a cabo sin un proceso legal. Es hora de reconocer este problema y exigir responsabilidades.
El modelo mediático ISIS-Hamas:
Los truculentos actos del ISIS y la posterior difusión de imágenes horripilantes sirvieron de modelo para otros grupos terroristas. Los terroristas de Hamás, siguiendo el ejemplo del ISIS, aprovecharon estratégicamente las redes globalistas y de izquierdas para propagar el miedo y el terrorismo. El uso desconcertante de títulos como “ayatolá” para un mulá criminal como Jamenei plantea la pregunta: ¿qué signo divino apoya a las fuerzas terroristas por poderes?
La disposición de los medios de comunicación a acoger a figuras asociadas a grupos terroristas como Hamás, Hezbolá y otros difumina la línea que separa el periodismo del respaldo a la barbarie. ¿Por qué debería un medio de comunicación respetar a un líder criminal? ¿Se dirigía alguien a Hitler como “Su Excelencia”? ¿Por qué un cerebro terrorista, que reconoce con orgullo su ignorancia, debe recibir títulos y elogios?
Los periodistas como cómplices:
¿Cómo pueden los fotógrafos acompañar a terroristas bárbaros y llamarlo “hacer su trabajo”? La inquietante imagen de un periodista junto a un salvaje dirigente de Hamás durante el atentado del 7 de octubre implica algo más que informar; significa cierto grado de complicidad. El publicitado beso entre un periodista y un asesino subraya hasta qué punto la humanidad se enfrenta a un fenómeno inquietante. Cuando los periodistas entraron con los terroristas durante la masacre de Hamás, la entrada en sí misma un crimen de guerra, surgió una siniestra conexión que difuminó las líneas entre quienes participan activamente en el terrorismo y quienes se dedican a la labor de los medios de comunicación. La ominosa alianza plantea interrogantes sobre la verdadera naturaleza del terrorismo moderno y su explotación de los medios de comunicación como herramienta estratégica.
La revelación de Honest Reporting:
El grupo de vigilancia Honest Reporting sacó a la luz la implicación del fotógrafo freelance Hassan Eslaiah, alegando vínculos con los bárbaros dirigentes de Hamás. Aunque las afirmaciones de que los medios de comunicación tenían conocimiento previo siguen sin verificarse hasta ahora, no cabe duda de que estaban ahí, y la ruptura de los vínculos de importantes medios como Associated Press, Reuters y CNN con Eslaiah da más peso a las acusaciones. El informe también ha suscitado preocupación por la posibilidad de que otros reporteros colaboren con Hamás, lo que ha desencadenado un debate más amplio sobre la ética de los medios de comunicación y la responsabilidad periodística en zonas de conflicto.
Exigencia de responsabilidades por parte de Israel:
La exigencia formal de Israel de que los medios de comunicación internacionales expliquen la presencia de sus fotógrafos durante el ataque de Hamás subraya la gravedad de la situación. El informe de Honest Reporting llevó a Israel a advertir que los presentes podrían ser considerados cómplices de los crímenes. La negación de conocimiento previo por parte de Associated Press y Reuters añade complejidad al dilema ético que rodea a los periodistas en zonas de conflicto. Sugiere que los reporteros actuaron por su cuenta, una acusación aún más grave.
Preocupaciones éticas e investigaciones urgentes:
La carta urgente del Sistema Nacional de Información pidiendo aclaraciones a los medios de comunicación sobre la colaboración de los periodistas con los atacantes pone de relieve las preocupaciones éticas que rodean la cobertura de los medios de comunicación durante los asaltos de Hamás. El llamamiento del ministro de Comunicaciones, Shlomo Karhi, para que se investigue a fondo la implicación de los empleados de The New York Times refleja la gravedad de la situación.
La afirmación del ministro Benny Gantz de que los periodistas conscientes de la masacre no deben ser tratados de forma diferente a los terroristas es una clara condena del comportamiento periodístico…
El papel de los medios de comunicación en los conflictos está siendo objeto de un intenso escrutinio, especialmente cuando salen a la luz acusaciones de colaboración con “terroristas”. A medida que salen a la luz las revelaciones, se intensifican las preguntas sobre la integridad periodística, la responsabilidad y el impacto potencial en la percepción pública. El entrelazamiento de los medios de comunicación y el terrorismo exige una reevaluación de las normas éticas del periodismo, haciendo hincapié en el imperativo de transparencia y responsabilidad a la hora de informar sobre actividades violentas. Los medios de comunicación deben hacer frente a sus responsabilidades, asegurándose de que su papel de informadores no se transforme en complicidad con quienes perpetran crímenes contra la humanidad.
Existe un paralelismo entre un encuentro pasado con un manual terrorista y el reciente atentado de Hamás contra Israel. El manual describía una estrategia consistente en realizar atentados a pequeña escala para provocar una respuesta mayor, similar a las picaduras de pulga que causan irritación a un perro. Los terroristas de Hamás pretendían provocar una respuesta israelí contundente, creando una oportunidad para manipular el “espacio informativo” y ganarse la simpatía internacional.
Hay que criticar la rápida condena de Israel tras el ataque, sobre todo en relación con un incidente cerca del hospital Al-Ahli de Gaza. A pesar de las pruebas que revelaron posteriormente la responsabilidad de los matones de la PIJ (Yihad Islámica Palestina), algunos dirigentes y medios de comunicación mantuvieron sin pudor las acusaciones contra Israel. Enfáticamente, la predisposición a culpar a Israel en la opinión pública mundial, llamando la atención sobre los prejuicios históricos y las teorías conspirativas contra los judíos.
Los retos a los que se enfrenta Israel para conseguir apoyo internacional, ya que los líderes mundiales suelen pedir moderación sin condenar el uso de escudos humanos por parte de Hamás. Los esfuerzos de Israel por la paz y la mejora de las relaciones con los países vecinos antes de los atentados. Hamás, con el respaldo del régimen iraní, pretendía perturbar estas iniciativas diplomáticas, causando inestabilidad en Oriente Próximo.
Aunque Hamás actúe como una “pulga”, las verdaderas víctimas son el pueblo inocente de Israel, que sufre las consecuencias del terrorismo. Un alto cargo de Hamás ha admitido que al grupo no le importa el bienestar de los árabes palestinos de Gaza. Mientras la República Islámica, la escuela para nutrir y educar el terrorismo islámico, siga en el poder, estas situaciones persistirán. Hamás, con la ayuda de un periodista venenoso —y posiblemente de otros— que cree en la crueldad y la barbarie, se une a un grupo terrorista en su camino.
Esto significa que el terrorismo moderno explota el terrorismo mediático como herramienta para sus objetivos.