¿Sabía usted que con solo cambiar de canal puede consumir propaganda en canales de televisión que llaman al asesinato, abogan por una dictadura y un genocidio, y mucho más? Para los israelíes que hablan ruso, esto no es ninguna sorpresa: Los canales de televisión rusos que ofrecen los proveedores de cable israelíes tienen contenidos que pueden provocar escalofríos. Si tuvieran una traducción al hebreo, provocarían una gran conmoción en todo el país.
La vileza que sale de los altavoces rusos se dirige a todas las democracias del mundo y contra la de Israel en particular. El Kremlin tiene un control total sobre ellos y se dirigen a quien quiera. Cuando las defensas aéreas sirias derribaron accidentalmente un avión ruso hace varios años y Moscú echó la culpa a Israel, nuestro país fue constantemente vilipendiado por esos canales de comunicación durante un tiempo. Esto nos permitió ver de primera mano lo bajo que están dispuestos a llegar para propagar sus falsedades. Sus ataques olían a la peor clase de tropos antisemitas que habían permanecido latentes.
Bajo el mandato del presidente Vladimir Putin, la espita de la financiación ha llenado constantemente las arcas de una de las operaciones de lavado de cerebro más sofisticadas de la historia de los regímenes totalitarios. El público objetivo se encuentra principalmente en Rusia, pero los que residen en países extranjeros pueden “disfrutar” de parte de esta propaganda, especialmente los rusoparlantes. El arsenal ruso no tiene límites, todo es juego limpio: noticias falsas, distorsiones, incitación y antisemitismo.
Quienes viven en países democráticos quizá no conozcan el modus operandi de la propaganda estatal en Rusia y a menudo la tachen de ineficaz. “Estas opiniones son extrañas, pero ¿cuánto daño pueden infligir?”, podrían decirse a sí mismos. La respuesta es muy sencilla: En nuestra época, la propaganda es tan dañina como cualquier sistema de armas. Las mentiras que se irradian desde Moscú están diseñadas para imponer una visión del mundo que sirva a Putin. Y sí, al igual que las armas, son letales.
Rusia no es la primera que ha recurrido a estas tácticas, aunque las ha hecho mucho más avanzadas. Tanto la Alemania nazi como la Unión Soviética emplearon métodos brutales que causaron innumerables víctimas. Tanto Hitler como Stalin apreciaron la eficacia de la propaganda en la construcción de su maquinaria mortífera y la consideraron no menos importante que la artillería y los tanques, y quizá incluso más.
Los dictadores actuales fusionan su moderno armamento con la difusión televisiva. Basta con ver lo que hace Al-Jazeera. Cuando Israel permite que esa propaganda subversiva continúe sin interrupción, permite de hecho que los tiranos la extorsionen a punta de pistola. Si queremos prosperar, debemos poner fin a este salvaje oeste propagandístico.
Ariel Bulshtein es periodista, traductor, profesor y abogado.