El 15 de junio de 1942, poco después de recibir un diario como regalo por su 13º cumpleaños, Ana Frank escribió que Jacqueline van Maarsen, una compañera de clase que había conocido recientemente, se había convertido en su mejor amiga.
Ambas hicieron la promesa de intercambiar cartas de despedida si eran separadas, lo que ocurrió pocas semanas más tarde. En julio, Frank se ocultó en Ámsterdam y en septiembre, plasmó su mensaje de despedida en el diario, deseando que, pese a la distancia, siguieran considerándose mejores amigas.
Ese reencuentro nunca sucedió. Frank fue asesinada por los nazis en 1945. A partir de 1986, van Maarsen comenzó a ofrecer conferencias sobre el Holocausto y el peligro del odio, además de escribir sobre su amistad con Frank.
La Casa de Ana Frank confirmó que van Maarsen murió el 13 de febrero a los 96 años. “Jacqueline fue compañera de clase de Ana Frank en el Liceo Judío y compartió sus recuerdos de esa amistad a lo largo de su vida”, comunicó la institución, guardiana del legado de Frank. En sus libros y en visitas escolares, abordó no solo su vínculo con Ana, sino también los peligros del antisemitismo y el racismo, y las terribles consecuencias que acarrean.
Hija de un padre judío y una madre cristiana convertida al judaísmo, van Maarsen y su hermana lograron sobrevivir a la guerra luego de que su madre consiguiera que fueran declaradas no judías en 1942. Sin embargo, la mayor parte de la familia paterna fue asesinada por los nazis.
Al terminar la guerra, se casó, tuvo tres hijos y se dedicó a la encuadernación de libros. Escribió varios textos sobre su relación con Frank, entre ellos «My Name is Anne, She Said, Anne Frank» (Mi nombre es Ana, dijo Ana Frank) en 2008.
Mantuvo contacto con Otto Frank, padre de Ana, y con la Casa de Ana Frank. En 2020, colocó la primera piedra de un monumento al Holocausto en Ámsterdam. Un año antes de su muerte, donó a la institución un libro de poesía de su juventud, que contenía un poema escrito por su amiga Ana.