A todos los soldados, comandantes y empleados de las Fuerzas de Defensa de Israel: El Día de la Memoria del Holocausto silencia a Israel y envuelve las calles de nuestro país en silencio.
El día nos hace detener nuestras rutinas diarias y dedicar un poco de pensamiento al capítulo más doloroso y brutal de la historia, en su conjunto, y de la historia de nuestro pueblo en particular. También nos recuerda que no podemos dar nada por sentado: ni que vivimos con seguridad, ni la existencia de Israel, un país que es la realización de un sueño de generaciones; un país seguro, el hogar nacional del pueblo judío.
El campo de concentración ha sido sustituido por la libertad; los muros del gueto por las fronteras defendidas; las lenguas de la diáspora por el hebreo; y la ropa de prisión por los uniformes de las FDI. Hemos vencido; hemos ganado; y hemos sido recompensados con la independencia. Pero nuestra capacidad de mantener vivo el recuerdo forma parte inseparable de esa victoria.
Recordamos a los 6 millones de personas de nuestro pueblo que se convirtieron en víctimas del Holocausto, arrancadas de sus hogares, separadas de sus familias y despojadas de sus derechos como personas libres hasta que sus identidades fueron borradas y marcharon, indefensas, hacia la muerte.
Recordamos a los partisanos, a los rebeldes de los guetos y a los combatientes de las Brigadas Judías que demostraron un inmenso valor y lucharon con devoción, dispuestos a sacrificarse. Recordamos a los supervivientes del Holocausto que hicieron aliá e inmediatamente entraron en la Guerra de la Independencia y murieron en la batalla para establecer y defender el Estado de Israel. Recordamos a los combatientes que juraron resurgir de las cenizas como el ave fénix y sacaron toda su fuerza para luchar en batallas por todo Israel en todos los sentidos y dieron su vida para que pudiéramos tener libertad.
Recordamos a los supervivientes del Holocausto que aún viven entre nosotros, los que experimentaron la devastación y formaron parte de la resurrección, y que tienen el privilegio de ver el hogar que construyeron, los hijos, nietos y bisnietos que ahora viven en paz y tranquilidad en Israel, y experimentan la gran luz que surgió de la oscuridad.
Cuando suene la sirena, los comandantes y soldados de las FDI nos mantendremos firmes junto a los supervivientes, orgullosos de nuestro uniforme, de nuestro trabajo y del país. Después de un año en el que no hemos podido encontrarnos cara a cara, volveremos a ofrecer un hombro y un abrazo, y podremos mirarlos a los ojos y escuchar sus historias personales y sus relatos de valor de primera mano.
Haremos lo que se nos ha ordenado: transmitir a la siguiente generación la descripción de lo que se perpetró, y cumplir con nuestra obligación de preservar nuestra independencia y defendernos. Seguiremos haciendo guardia y garantizando su visión de un país independiente, seguro y próspero, arraigado en los valores.
Que el recuerdo de los 6 millones sea una bendición.