La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Kelly Kraft, criticó esta semana a Rusia y a China por obstruir la ayuda humanitaria a Siria, devastada por la guerra.
En julio, el Consejo de Seguridad votará para volver a autorizar los dos corredores de ayuda restantes desde Turquía a Siria. Los Estados Unidos también están tratando de reabrir el cruce desde Irak, que fue cerrado en enero como resultado de la presión de Rusia y China (abajo).
La situación en Siria es desastrosa. Ya tiene 5 millones de refugiados y 6.2 millones de sirios desplazados; en conjunto, es aproximadamente la mitad de la población de antes de la guerra, que es de 22 millones. La economía, debido a la guerra, la corrupción y las sanciones, es prácticamente inexistente. Y Siria, al igual que el resto del mundo, se enfrenta a la COVID-19.
La reanudación de las hostilidades en Idlib, donde ahora hay una pausa en la ofensiva siria apoyada por Rusia, podría dar lugar a decenas de miles, si no cientos de miles, de personas desplazadas.
Es poco probable que el presidente ruso Vladimir Putin se doblegue ante las críticas de los Estados Unidos por razones humanitarias – nunca lo hace. Y aunque Putin considera que Siria tiene éxito, es posible que, como escriben Colin Clarke y William Courtney en Newsweek, se canse cada vez más de esta empresa.
No hay dividendos predecibles para Rusia en Siria. Al contrario, es un drenaje financiera, un agujero, mientras que la caída de los precios del petróleo y el COVID-19 han hecho retroceder la economía rusa.
Por lo tanto, Putin puede estar tratando de reducir los costos y compartir la carga.
James Jeffrey, el enviado de EE.UU. a Siria, dijo la semana pasada que EE.UU. busca presentar a Rusia un “camino a seguir” en Siria a través de la ONU, “pero eso requiere que se distancien hasta cierto punto de Assad y los iraníes”.
Estados Unidos podría aumentar sus apuestas con Rusia poniendo a Assad y a Irán al frente de una agenda ya difícil que incluye asistencia humanitaria; apoyo a la iniciativa de cese del fuego de la ONU y a las negociaciones de transición política; reconstrucción post-conflicto y crisis de los refugiados; cooperación antiterrorista; y así sucesivamente.
Los corredores humanitarios, prioridades de los Estados Unidos, ayudan “sobre el terreno”. No es necesario hacer un recuento de la magnitud de la tragedia, que aumentará considerablemente si las hostilidades vuelven a estallar en Idlib.
La situación solo empieza a mejorar significativamente cuando la guerra se detiene. Y para ello, los Estados Unidos y Rusia necesitan encontrar un terreno común en el Consejo de Seguridad. De lo contrario, olvídese de ello.
En ausencia de un avance en la coordinación entre EE.UU. y Rusia, es difícil imaginar que Siria mejore, especialmente para los sirios. Estamos en el noveno año de la guerra. Turquía también se enfrenta a un atolladero en Siria: Es una ocupación costosa y aparentemente interminable, con un conflicto en dos frentes contra las fuerzas sirias en Idlib y los kurdos en el noreste. Esto, además de que Turquía acoge a 3,6 millones de refugiados sirios.
Por eso es necesaria una conversación urgente entre el presidente de Estados Unidos Donald Trump y Putin sobre Siria. Ese momento finalmente puede estar cerca. Su conexión personal importa. La crisis siria requiere urgentemente una acción colectiva para tener la más mínima posibilidad de resolverse. La influencia de EE.UU. en la ONU es incomparable. Putin, a pesar de sus bravuconadas, no quiere ni necesita más problemas con los Estados Unidos. Quiere ser el intermediario de un juego final en Siria, y sabe que eventualmente tiene que lidiar con Trump.
La política de los corredores de asistencia humanitaria
El cruce de Yaroubiyah (desde Irak), uno de los puntos de tránsito cerrado en enero, era una vía vital para la asistencia a la región autónoma kurda.
Con el inicio de la pandemia de COVID-19, la región sufre ahora sin los suministros médicos de la Organización Mundial de la Salud.
Es poco probable que Rusia ceda en Yaroubiyah, pero puede permitir la reautorización de los otros dos corredores a fin de mantener la paz con Turquía, de modo que la ayuda pueda llegar a las zonas bajo el control de Ankara, como explica Amberin Zaman.
Turquía no permite que la ayuda fluya de las zonas bajo su control a las que están bajo la administración kurda.
En otras palabras, el cálculo de Rusia sobre estos corredores humanitarios tiene poco que ver con la asistencia humanitaria, y más con su influencia y presión sobre Turquía -que los Estados Unidos tratan de socavar- y con el avance de la causa de la soberanía siria sobre toda Siria.