La crisis en el frente sirio también parece estar lejos de terminar. A pesar de los ruidos tranquilizadores que salen de Jerusalén, algo fundamental ha cambiado en el norte. Funcionarios de alto rango repiten en cada ocasión el mantra de que la Fuerza Aérea de Israel es libre de actuar en el espacio aéreo sirio y renovará sus ataques en objetivos militares allí si es necesario. Mientras tanto, sin embargo, al menos según informes de noticias extranjeras, eso no ha sucedido. Desde el derribo del avión ruso sobre Latakia por misiles antiaéreos sirios durante un ataque aéreo israelí el 17 de septiembre, no ha habido informes de nuevos ataques.
Con gran pompa y circunstancia, los sistemas de misiles tierra-aire S-300 fueron entregados a la base aérea rusa de Hmeimim en el oeste de Siria, en la primera respuesta concreta de Moscú al incidente del mes pasado. Según los expertos, los rusos tardarán unos meses en capacitar a las tripulaciones sirias para que operen de forma independiente. Incluso entonces, no está claro qué política de comando y control se establecerá entre Damasco y Moscú en suelo sirio. Sin embargo, después de maravillarse ante la presunta capacidad de los pilotos de la IAF para evadir estos sistemas de defensa aérea, conviene recordar que este desafío no es un juego de niños. Los rusos están equipados con sistemas de guerra electrónica y muchos otros métodos que podrían aumentar el nivel de dificultad para Israel.
El mayor obstáculo, sin embargo, es estratégico. Vladimir Putin no estaba contento con los continuos ataques de Israel después de que el régimen de Assad recuperó el control del sur de Siria y consolidó su control sobre el resto del país. El incidente más reciente le dio al presidente ruso herramientas para aumentar la presión sobre Israel, y quizás también sobre Irán y Hezbolá, y para crear un nuevo modelo estratégico que minimice el poder y la frecuencia de fricción entre los partidos.
En su discurso ante la Asamblea General de la ONU la semana pasada, el primer ministro Benjamin Netanyahu también mencionó el destino del envío iraní que fue atacado en Latakia, sitios de fabricación subterránea de misiles y cohetes de precisión que Hezbolá está construyendo en Beirut, según Israel. Después de una demora calculada de tres días, el gobierno libanés invitó a diplomáticos y periodistas a una visita a los sitios expuestos por Netanyahu para rechazar las acusaciones del líder israelí. No todos los participantes fueron persuadidos. Algunos de ellos deben haber notado que tres días le habrían dado a Hezbolá el tiempo suficiente para deshacerse de la evidencia, al menos en teoría. La ubicación de los sitios no estaba oculta para los observadores occidentales: cerca del aeropuerto internacional, escuelas y hospitales, por no mencionar un campo de golf preferido por extranjeros.
El miércoles, alguien envió mensajes de texto a los teléfonos celulares de decenas de miles de residentes del sur de Beirut, mostrando una imagen aérea de un cuarto sitio que Hezbolá está desarrollando en el corazón de su vecindario. Se advirtió a los residentes sobre las implicaciones de vivir tan cerca de misiles. A diferencia de la Franja de Gaza, el lumbar de una guerra inminente no se escucha en el Líbano, pero la guerra psicológica se está llevando a cabo allí, en una amplia gama de canales y frecuencias.