El genocidio perpetrado por el Estado Islámico en Irak y Siria y la actual guerra civil siria son dos tragedias que han recaído de forma desproporcionada en los cristianos, yazidíes y otras minorías religiosas de la región. Muchos de los que no fueron asesinados se vieron obligados a abandonar la región por completo, lo que provocó un descenso masivo de sus poblaciones. Sin embargo, incluso después de todo esto, la tragedia no ha terminado, sino que puede que acabe de empezar. Los supervivientes del genocidio del ISIS están ahora amenazados por la agresión de Turquía, que ahora amenaza las estructuras sociales y las instituciones que se han construido para protegerlos.
Desde 2016, Turquía ha invadido el norte de Siria en tres ocasiones, ampliando su territorio con cada incursión sucesiva llevada a cabo con el pretexto de la lucha contra el terrorismo. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan vuelve a amenazar con una invasión total del norte de Siria, supuestamente para completar una zona de amortiguación “antiterrorista” a lo largo de la frontera sirio-turca que se extenderá treinta kilómetros de profundidad en el territorio sirio. Sin embargo, en este caso, la historia es nuestra mejor guía. Desde 2016, el territorio invadido y en poder de Turquía se ha convertido en un caldo de cultivo para los grupos yihadistas respaldados por Turquía, que gobiernan su territorio bajo la ley de la sharia.
Las amenazas de Turquía, de concretarse, podrían desplazar a más de un millón de personas. Esta agresión representa una amenaza directa no sólo para los intereses, las tierras y los medios de subsistencia de estas minorías, sino también para sus propias vidas.
La firme pero críptica amenaza de Erdogan de “caer sobre ellos de repente una noche” no deja lugar a dudas sobre sus intenciones. No es un secreto en Washington que la embajada turca está buscando apoyo en Estados Unidos para tal medida. Por otro lado, una coalición de diversas organizaciones ya ha estado trabajando para desafiar esta agresión.
Habría que hacer mucha gimnasia intelectual para afirmar y creer que Erdogan está realmente intentando crear algún tipo de zona de seguridad legítima. Está claro que sólo busca erradicar a sus enemigos y ampliar su posición geopolítica.
El Consejo Militar Sirio, una milicia cristiana, ha luchado como parte vital de la coalición liderada por Estados Unidos contra el ISIS y otros grupos extremistas. Durante casi una década, el Consejo Militar Sirio ha servido para proteger a los cristianos sirios del noreste de Siria -una de las comunidades cristianas de habla aramea más antiguas y últimas que quedan en el mundo- y ahora se encuentra en el punto de mira de Turquía. Un reciente informe del Wilson Center lo expresa con toda crudeza: “Lo que antes era un conflicto ‘turco-kurdo’, ahora afecta a todos los grupos religiosos y étnicos del norte de Siria, la región del Kurdistán del norte de Irak y la región de Sinjar en el oeste de Irak”.
No es la primera vez que Turquía intenta una maniobra similar. De hecho, sería la cuarta desde 2016. Desde la más reciente invasión en 2019, Turquía ha violado el alto el fuego mediado por Estados Unidos con frecuentes bombardeos aéreos sobre ciudades civiles. La retórica actual de Erdogan refleja su intención de reclamar el territorio sirio que se extiende hasta la frontera iraquí, de una vez por todas. Esta retórica promete un resultado especialmente sangriento.
Durante la incursión turca de octubre de 2019 en el norte de Siria, paradójicamente llamada “Operación Primavera de la Paz”, el ejército turco y sus fuerzas proxy yihadistas capturaron a tres soldados cristianos sirios aliados de Estados Unidos mientras vigilaban pasivamente las últimas ciudades cristianas que quedaban en la región. Los cautivos fueron trasladados a Turquía en violación de las Convenciones de Ginebra. Allí fueron golpeados, torturados y obligados a firmar confesiones en turco (un idioma extraño para ellos) sin la asistencia de un abogado o un intérprete, lo que les llevó a ser condenados a cadena perpetua. Como resultado de la presión internacional, se les ha asignado un nuevo juicio, lo que no compensa los continuos abusos sistemáticos.
De hecho, según Nadine Maenza, ex presidenta de la Comisión de Libertad Religiosa Internacional de Estados Unidos (USCIRF) y recién nombrada presidenta de la Secretaría de Libertad Religiosa Internacional (IRF), el destino de las minorías de la región está en juego: “Si esta zona cae [en manos de Turquía], no quedarán cristianos ni yazidíes”.
Turquía no sólo está expulsando a los cristianos y a otras minorías etnorreligiosas, sino que pretende sustituirlos por los aproximadamente 3,6 millones de refugiados sirios, en su mayoría árabes, que se encuentran actualmente dentro de las fronteras turcas. Un acto de agresión sin control se vería agravado por un acto de limpieza y sustitución étnica.
La eventual y condicionada aquiescencia de Turquía a las solicitudes de ingreso en la OTAN de Suecia y Finlandia ha hecho que demasiados en todo el mundo ignoren la larga lista de pecados de Turquía, todos ellos completamente incompatibles con los valores de la OTAN. La venta sostenida de armas por parte de Occidente a Turquía intensificará la amenaza existencial de este país para las minorías étnico-religiosas de la zona. Estas comunidades minoritarias, muchas de las cuales son los aliados regionales más leales de Estados Unidos, no deben ser abandonadas en el altar del apaciguamiento turco.