Después de seis horas de conversaciones con Vladimir Putin, un sombrío Erdogan anunció un acuerdo que consolida las ganancias territoriales de las fuerzas sirias apoyadas por Rusia sobre los rebeldes apoyados por Turquía.
A su regreso de Rusia, Erdogan dijo que su acuerdo con Putin sentará las bases para la estabilidad en Idlib y protegerá a los civiles que de otro modo podrían convertirse en refugiados en Turquía, después de meses de combates que han desplazado a casi un millón de personas.
“El alto el fuego trae consigo importantes ganancias”, dijo.
El acuerdo, si se mantiene, frena los avances de las fuerzas leales al presidente Bashar al-Assad, aliviando el mayor temor de Ankara: un influjo de sirios que huyen de los bombardeos en Idlib y claman por cruzar su frontera y unirse a los 3,6 millones de refugiados sirios que ya están en Turquía.
Esto tenía sentido para Turquía porque Ankara apoyaba ideológicamente a los rebeldes y además estaba inundada por varios millones de refugiados. Hasta 2015 este fluido acuerdo funcionó. Pero en ese año las cosas empezaron a cambiar. Dos elecciones en Turquía y la ruptura del alto el fuego del PKK provocaron una crisis. El surgimiento del ISIS en 2014 también había aumentado la presión sobre Turquía para que cerrara la frontera con Siria y construyera un muro.