La guerra civil siria parece estar llegando a su fin. Las fuerzas de Bashar Assad, cuyo inminente colapso fue pronosticado por el entonces ministro de defensa Ehud Barak después del estallido de la revuelta siria en la primavera de 2011, se están volviendo más fuertes y más seguras cada día. Con la ayuda del apoyo aéreo de Rusia y la asistencia masiva de las milicias de poder de Irán, especialmente Hezbolá, el régimen ha logrado reafirmar su autoridad en dos tercios del territorio del país, destruyendo sistemáticamente a las fuerzas rebeldes y, en el proceso, asesinando a cientos de miles de civiles sirios inocentes.
Más recientemente, el régimen recuperó toda la región siria del Golán, desde la región de Damasco hasta la frontera jordana en el sur y la frontera israelí en el oeste. Miles de residentes locales huyeron a las proximidades de la frontera con Israel, que a su vez los ayudó con alimentos y asistencia médica e incluso transportó a refugiados civiles al territorio jordano, lo que los salvó de una muerte segura.
Curiosamente, este último desarrollo tuvo lugar en consulta tácita con Israel. El canciller ruso y el jefe de gabinete, acompañados por un grupo de oficiales superiores, visitaron Israel a mediados de julio para coordinar las actividades militares rusas e israelíes en Siria. Esto representa un paso adelante en el actual diálogo israelí-ruso sobre el conflicto sirio. Entre otras cosas, también se llegó a un entendimiento sobre el redespliegue de las milicias de poder de Irán y su futura permanencia en Siria.
Durante años, Israel ha estado librando una campaña en gran parte encubierta contra la consolidación de la presencia militar de Irán en Siria, ya sea en forma de milicias chiítas de poder o la entrega de sistemas avanzados de armas a Hezbolá. La débil respuesta iraní a cientos de ataques aéreos israelíes (no declarados) durante este período es casi indudablemente indicativa de su incapacidad para lidiar con la aplastante superioridad aérea de Israel.
En los últimos meses, esta campaña se ha intensificado hasta el enfrentamiento directo entre Jerusalén y Teherán en forma de fuertes intercambios entre las FDI y la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria en Siria, en la que murieron decenas de soldados y oficiales iraníes. Y aunque la escalada indica la disposición de Israel a arriesgarse a una confrontación directa con Teherán para lograr su objetivo estratégico de poner fin a la presencia militar iraní en Siria, Jerusalén parece contenta en este momento con la implementación de la promesa informada de Moscú (hecha entre otras cosas en las conversaciones de Putin con Netanyahu) para mantener esta presencia a distancia de la frontera con Israel.
Al mismo tiempo, la retirada de Washington del acuerdo nuclear de Irán en 2015 y la reintroducción de sanciones internacionales bien pueden frenar el expansionismo regional de Teherán y llevarlo a reconsiderar su continua presencia militar en Siria. También puede poner en marcha un proceso de intranquilidad doméstica que podría culminar en la caída del régimen islamista, aunque esta eventualidad parece ser mucho menos probable.
Del mismo modo, Hezbolá aún no ha superado las consecuencias de su intervención en Siria, y el regodeo repetido de su líder, Hassan Nasrallah desde su escondite en Beirut, donde se ha refugiado desde la guerra del Líbano en 2006, apenas puede ocultar esta realidad. Debido a las crecientes dificultades financieras, exacerbadas por la crisis económica en Irán, Hezbolá se ha visto obligado a recortar los salarios que paga a sus agentes. Como resultado, y debido a la creciente oposición de los chiítas libaneses a su participación en Siria, se informa que Hezbolá tiene dificultades para reclutar nuevos combatientes para llenar sus reducidas filas. (Sin embargo, la organización aún tiene más de 100.000 cohetes y misiles capaces de alcanzar blancos en todo Israel).
En estas circunstancias, la recuperación del régimen de Assad del Golán sirio es estratégicamente ventajosa para Israel, especialmente a la luz de su entendimiento con Moscú (con la aprobación tácita de Damasco) de que la situación en la frontera sirio-israelí se basará en el status quo establecido por el acuerdo de desconexión sirio-israelí de mayo de 1974. En el período de 40 años desde la firma del acuerdo hasta el estallido de la guerra civil siria, hubo un estado de paz de facto a lo largo de la frontera sirio-israelí.
Dada la decapitación de las fuerzas armadas sirias durante la guerra civil, la destrucción y el caos de la población siria, casi la mitad de los cuales murieron, resultaron heridos o se convirtieron en refugiados, Assad tendrá que concentrarse en consolidar su nuevo control del poder, reconstruir el país y asegurar su dominio continuado de la pequeña minoría alawita. Bajo estas circunstancias, no solo el enfrentamiento militar con Israel no implica ningún beneficio concebible, sino que probablemente arruine la frágil recuperación del régimen.