Rami Makhlouf, un multimillonario sirio que es primo del dictador de Siria, Bashar al-Assad, dijo en un video que publicó en sus redes sociales esta semana: «¿Quién hubiera creído que los agentes de inteligencia vendrían a las empresas de Rami Makhlouf y arrestarían a nuestros trabajadores, cuando yo soy el mayor partidario de estas agencias de inteligencia?»
Su notable comentario, que ha causado controversia en el país, arroja luz sobre la lucha de poder que formó la Siria de la posguerra, con Rusia, Irán y el régimen de Assad luchando por el control.
Makhlouf no solo está conectado a Assad, sino que también es una figura clave en la financiación de su régimen. Es propietario de Syriatel, la mayor red de telefonía móvil del país, y según algunas fuentes, tiene una participación de control en el 60% de la economía de Siria.
En 1999, Mahloof fundó Al Bustan, una organización benéfica que recibió subvenciones de organizaciones de ayuda internacional e incluso de organismos de las Naciones Unidas en una etapa temprana de la guerra civil. Además de la filantropía, esta institución reclutaba y financiaba militantes para las milicias privadas de élite de la «Fuerza Tigre», que junto con el ejército sirio luchaban contra los rebeldes y cometían crímenes de guerra.
Makhlouf, aliado de Irán, funcionó bien hasta que Rusia entró en escena en 2015. La estrategia de Rusia en ese momento se basó en un principio claro y simple: mantener a Assad en el poder, destruir a los rebeldes y expandir el dominio del régimen para eventualmente crear un Estado que estaría bajo el patrocinio de Rusia o al menos bajo su influencia.
Moscú esperaba alcanzar estos objetivos en unas pocas semanas o meses, pero la realidad era mucho más compleja. Irán ya era un participante activo en la guerra, ISIS controlaba grandes territorios en el noreste del país, y docenas, si no cientos, de milicias -tanto las rebeldes como las leales al régimen- disfrutaban de un gobierno prácticamente autónomo en diferentes partes del país. En Moscú, el número de combatientes de las milicias leales era más del doble del número de tropas regulares, sin contar las milicias iraníes.
Rusia tuvo que construir una nueva estrategia que iba más allá de usar su fuerza aérea para ayudar a las fuerzas del régimen. Tenía que asegurarse de que sus inversiones militares sobre el terreno dieran resultados financieros, diplomáticos y estratégicos.
Reestructuración militar
Rusia comenzó a fusionar las milicias y a integrarlas en el ejército de Assad. Un ejemplo es la Fuerza Tigre, patrocinada por Rami Makhlouf. Estas fuerzas consistían en al menos 24 unidades, cada una de las cuales tenía el nombre de su comandante. Rusia pudo forzar a Assad a integrar estas fuerzas en el ejército, neutralizando el control de Makhlouf.
En el verano de 2019 Assad cambió el nombre de la unidad «Fuerzas Tigre» a 25ª División de Fuerzas Especiales. Sus soldados fueron cuidadosamente seleccionados y entrenados por oficiales e instructores rusos. De esta manera, Rusia fortaleció las unidades de combate bajo el mando de Assad y, lo que es más importante, privó a Teherán de la oportunidad de utilizar las fuerzas Tigre a través de Makhlouf en su intento de construir un bastión militar paralelo al ejército sirio.
Rusia obligó a Assad a realizar otros cambios militares, como la sustitución de oficiales de alto rango y la adopción de tácticas desarrolladas por el Ministerio de Defensa ruso y el ejército ruso. El objetivo final era crear un ejército fuerte, competente y apolítico que obedeciera a Assad pero que fuera guiado por Rusia. Assad también ordenó el arresto del general Hassan Bilal, jefe de estado mayor de su hermano Maher, comandante de la cuarta división y aliado de Irán. En ese momento Irán ofreció a Bilal ser jefe de inteligencia militar, pero Rusia estaba en contra de esta medida.
Las inversiones estratégicas
Como parte de su intervención en Siria, Rusia comenzó a explorar maneras de encontrar ingresos y ganar control sobre la economía. En 2018 Irán recibió una serie de acuerdos que le concedían exclusividad en los acuerdos de posguerra, pero Rusia proporcionó una franquicia para la producción de petróleo y la infraestructura. Moscú sigue tratando de sacar a Irán de su proyecto de reconstrucción en Siria para que se considere un modelo exitoso y se beneficie de él en otros países como el Iraq, Libia y el Yemen.
El éxito en Siria se convirtió en una aspiración estratégica vital, una alternativa a la influencia americana en Oriente Medio. Pero Rusia por sí sola no puede obtener la gran cantidad de capital, unos cientos de miles de millones de dólares, necesarios para el proyecto de reconstrucción. Un obstáculo principal es la presencia de Irán y Hezbolá, que debido a las sanciones suponen un obstáculo para la inversión extranjera de Europa y Estados Unidos.
Rusia debe acelerar la salida de Irán de la arena. Por eso permite los ataques israelíes a las bases iraníes. Lo hace con coordinación, y no es sorprendente que no haya respondido a los seis ataques aéreos atribuidos a Israel en las últimas dos semanas. Moscú también guardó silencio cuando el Ministro de Defensa israelí Naftali Bennett dijo que Israel no solo está trabajando para limitar el atrincheramiento iraní en Siria, sino que pretende sacar a Irán de Siria por completo.
Sin embargo, no son solo los ataques israelíes los que están causando la actual disminución de las fuerzas iraníes en Siria. Rusia mantuvo a Irán fuera de los acuerdos que firmó con Turquía por imponer un alto el fuego en Idlib, el último bastión rebelde del país. También mantiene a los iraníes fuera de la actividad policial llevada a cabo por la policía militar rusa.
Una táctica mafiosa
Para aumentar la presión sobre Assad para avanzar en el plan diplomático, Rusia exige que pague parte de los gastos. Como en los negocios de la mafia, cuando el objetivo no tiene el dinero, se espera que la familia venga en su ayuda.
Rusia «sugirió» que Assad hiciera pagar a Makhlouf 3 mil millones de dólares, y cuando éste se negó, diciendo que no tenía esa cantidad de dinero, Rusia le mostró a Assad una prueba: videos publicados por los hijos de Makhlouf mostrando sus autos de lujo junto a sus lujosas casas en Dubai.
Para Assad, era una oportunidad para ajustar cuentas con este primo que amasó su fortuna gracias a su conexión familiar. Aparentemente, Makhlouf también había empezado a enredarse con la esposa del presidente, Asma Assad, que dirige un comité encargado de luchar contra el lavado de dinero. Makhlouf fue demandado por evasión de impuestos, la mayoría de sus bienes fueron confiscados, sus empleados fueron arrestados mientras él evidentemente logró huir del país y reunirse con sus hijos.
Batalla diplomática
Poco antes de que el episodio de Makhlouf estallara, los medios rusos empezaron a publicar artículos denigrando a Assad, acusándolo de liderar un régimen corrupto. Alexander Shumilin, ex diplomático y actual jefe del Instituto Europa-Oriente Medio de Moscú, financiado por la administración rusa, escribió: «El Kremlin debe librarse del dolor de cabeza de Siria. El problema es con una persona – Assad – y su séquito».
Según las citas publicadas por el diario británico Asharq Al-Awsat y The Daily Best, «Assad no solo ya no puede dirigir el país, sino que el jefe del régimen sirio está arrastrando a Moscú hacia un escenario similar al de la guerra afgana».
Esto naturalmente provocó la especulación de que Rusia está empezando a deshacerse de Assad para construir un nuevo liderazgo que implementará la constitución propuesta por Rusia y se apoyará en tecnócratas que representan a todas las facciones y etnias. Un gobierno así podría, según Rusia, ganar legitimidad internacional y podría servir de catalizador para financiar la reconstrucción del país bajo la mirada vigilante (y la mano entrometida) de Rusia.
Pero esta visión podría resultar inalcanzable. Rusia sabe, tal vez mejor que cualquier otro partido en Siria, lo difícil que es construir una coalición compuesta por milicias, movimientos y facciones que están dispuestos a sacarse los ojos unos a otros.
Rusia todavía tiene que resolver el problema de Idlib para completar el control del régimen sobre toda Siria, y también tendrá que hacer el truco mágico de producir un líder fuerte y ampliamente aceptado en lugar de Assad. También es posible que Rusia esté presionando a Assad para que haga concesiones a la oposición, un movimiento clave para la victoria diplomática de Rusia.