Las montañas de Judea y Samaria son los «Altos del Golán» de Jerusalén, Tel Aviv, el Aeropuerto Internacional Ben-Gurión y las principales carreteras que atraviesan el centro de Israel, todas ellas infraestructuras civiles y de seguridad esenciales.
La cordillera oriental es una barrera eficaz contra los tanques, pero la cordillera occidental alberga el potencial de terrorismo palestino que podría hacer de la llanura costera una versión mucho más dolorosa de la zona de la vecindad de Gaza.
Controlar las montañas de Judea y Samaria es una condición esencial en una realidad de Oriente Medio plagada de 1.400 años de violencia, terrorismo, ausencia de democracia y animosidad interárabe.
Esa realidad exige que la frontera de seguridad sea capaz de hacer frente a innumerables escenarios inesperados y que, en lugar de depender de frágiles acuerdos de paz, pueda resistir las violaciones de esos tratados de paz. Por ejemplo, si Jordania cae en el caos que ha devastado a Libia, Yemen, Irak y Siria, el control israelí sobre Judea y Samaria será aún más importante.
La frontera protegida debería impedir la agresión y dar tiempo a Israel durante un ataque sorpresa para movilizar sus fuerzas de reserva en un plazo de 48 horas. De ahí la diferencia entre el Sinaí, que limita con el desierto del Néguev y da a las Fuerzas de Defensa de Israel 50 horas para movilizar tropas, y Judea y Samaria, que limita con Jerusalén y la llanura costera y da a los militares solo 10 horas.
Israel carece de profundidad geográfica, por lo que la ventaja topográfica de las montañas de Judea y Samaria aumenta. Además, a diferencia de una ventaja tecnológica que puede ser transitoria, la ventaja topográfica es eterna. Cuanto mayor es la capacidad tecnológica del enemigo, mayor es la importancia de controlar el área física desde la que podemos prevenir el terrorismo y la invasión.
El control de las montañas de Judea y Samaria aumenta la capacidad de Israel para generar disuasión, así como su seguridad nacional. Un Estado palestino en Judea y Samaria transformará a Israel de productor de seguridad nacional a consumidor, y de activo estratégico para los Estados Unidos a una carga para él.
También despojará a Israel de su formidable imagen y lo hará vulnerable al terrorismo palestino que no dudará en atacar a Jerusalén y la llanura costera.