El agujero negro supermasivo situado en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, es caótico e imprevisible, y sus erupciones son muy irregulares tanto a diario como a largo plazo, según ha revelado un nuevo estudio.
Los resultados de este estudio se han publicado en la revista académica Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.
Los agujeros negros supermasivos residen en el centro de la mayoría de las grandes galaxias, si no de todas. Como su nombre indica, estos agujeros negros supermasivos son enormes y empequeñecen muchos otros objetos del espacio.
Se calcula que el agujero negro del centro galáctico de la Vía Láctea, Sagitario A*, tiene una masa de entre 3,7 y 4,3 millones de masas solares (una medida de masa utilizada en astronomía, en la que una masa solar equivale aproximadamente al peso del Sol y a unas 333.000 veces la masa de la Tierra).
Los agujeros negros en general son increíblemente misteriosos. Son, en esencia, concentraciones masivas de gravedad tan fuertes que nada, ni siquiera la luz, es capaz de escapar. Los científicos ni siquiera estaban seguros de que existieran hace 20 o 30 años, y la única forma de saber que el agujero negro existe es porque ejerce una enorme atracción gravitatoria que influye en la materia que lo rodea.
Aunque entendemos cómo se forman la mayoría de los agujeros negros, no comprendemos cómo lo hacen los agujeros negros supermasivos, aunque existen muchas teorías.
Pero una cosa que hacen los agujeros negros, además de ser enormes masas de gravedad, es emitir radiación y ondas de radio.
En concreto, Sagitario A* es una fuente conocida de ondas de radio, rayos gamma y rayos X y, aunque la luz visible está bloqueada por el gas y el polvo, estos destellos de ondas y rayos emiten su propio tipo de brillo.
Esto en sí no es sorprendente. Después de todo, hace casi 50 años, Stephen Hawking teorizó que los agujeros negros producirían una forma constante de radiación a lo largo del tiempo como cualquier otro objeto caliente, con la temperatura determinada por su gravedad superficial y una gravedad más fuerte produciendo una temperatura más alta. Esta forma de radiación, largamente teorizada, fue bautizada como radiación Hawking.
Durante décadas se supo que producía estas ráfagas de radiación cada día. Pero son entre diez y cien veces más brillantes que las señales normales.
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¿Por qué ocurre esto?
Eso es lo que el equipo de investigación, dirigido por Alexis Andrés, de la Universidad de Ámsterdam, trató de averiguar.
El equipo utilizó datos de hace 15 años recogidos por el Observatorio Neil Gehrels Swift de la NASA, que es un satélite en órbita alrededor de la Tierra que se dedica a detectar estallidos de rayos gamma.
De estos datos se extrajeron algunas conclusiones. Por un lado, los estallidos de rayos gamma fueron muy activos entre 2006 y 2008. Pero después de eso, se produjo un fuerte declive hasta 2012 y volvieron a repuntar.
¿Existe un patrón para esto?
Las erupciones son irregulares, pero hay posibles teorías sobre el por qué aunque los patrones no sean la respuesta. Tal vez esté relacionado con el paso de nubes u otras estrellas. Pero en cualquier caso, habrá que obtener más información a partir de nuevas investigaciones.
El Dr. Jakob van den Eijnden, coautor del estudio y miembro de la Universidad de Oxford, afirma en un comunicado que “no está claro cómo se producen exactamente las erupciones”.
“Anteriormente se pensaba que se producían más llamaradas después de que las nubes gaseosas o las estrellas pasaran por el agujero negro, pero todavía no hay pruebas de ello. Y tampoco podemos confirmar aún la hipótesis de que las propiedades magnéticas del gas circundante desempeñen un papel”.
En definitiva, habrá que seguir investigando para comprender mejor los misterios de los agujeros negros supermasivos.
Otro estudio internacional dirigido por la Universidad de Haifa pretende resolver también otro de estos misterios cartografiando su vecindad mediante el uso del telescopio espacial Hubble de la NASA.
Pero sólo el tiempo dirá si estos hallazgos son capaces de ayudar a reconstruir el rompecabezas de los agujeros negros supermasivos en el centro de nuestra galaxia.