Hace aproximadamente 66 millones de años, al final del Cretácico, el impacto del asteroide Chicxulub cerca de la península de Yucatán acabó con casi todos los dinosaurios y con aproximadamente tres cuartas partes de las especies vegetales y animales de la Tierra en lo que se denomina la extinción masiva K-Pg (Cretácico-Paleógeno).
Un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Michigan (U-M) sugiere que el impacto también desencadenó un tsunami global, que calcularon que era 30.000 veces más energético que los tsunamis actuales. El estudio, publicado en la revista científica AGU Advances, presenta la primera simulación global del tsunami provocado por el impacto del asteroide Chicxulub.
Los investigadores modelaron los primeros 10 minutos del evento con un modelo de impacto en el cráter y utilizaron dos modelos de tsunami globales diferentes para ver la siguiente propagación por todo el mundo. El equipo revisó el registro geológico en más de 100 lugares. Al hacerlo, encontraron pruebas que apoyaban sus predicciones sobre la trayectoria y la potencia del tsunami. Las revisiones del registro geológico se centraron en las “secciones límite”. Se trata de sedimentos marinos depositados justo antes o después del impacto y de la posterior extinción masiva K-Pg.
“Este tsunami fue lo suficientemente fuerte como para perturbar y erosionar los sedimentos en las cuencas oceánicas de medio mundo, dejando un vacío en los registros sedimentarios o un revoltijo de sedimentos más antiguos”, dijo la autora principal Molly Range. “La distribución de la erosión y los hiatos que observamos en los sedimentos marinos del Cretácico superior son coherentes con los resultados de nuestro modelo, lo que nos da más confianza en las predicciones del modelo”.
El equipo pudo recopilar información utilizable de 120 de los 165 registros publicados de secciones de límites marinos. La mayoría de los sedimentos procedían de núcleos recogidos durante proyectos científicos de perforación oceánica.
Las simulciones realizadas por el equipo muestran que el tsunami irradió principalmente hacia las costas del Atlántico Norte y del Pacífico Sur. En estas cuencas y en algunas zonas adyacentes, las olas probablemente superaron los 10 metros de altura, y las velocidades de las corrientes submarinas probablemente superaron una velocidad de más de 20 centímetros por segundo, o 0,4 millas por hora. Una velocidad tan fuerte puede destruir los sedimentos de grano fino del fondo marino.
Por otro lado, según las simulaciones, el Pacífico Norte, el Atlántico Sur, el Océano Índico y el actual Mediterráneo quedaron muy protegidos de los efectos más fuertes del tsunami. En estas regiones, las velocidades de las corrientes modeladas eran muy probablemente inferiores al umbral de 20 centímetros por segundo.
“Encontramos corroboración en el registro geológico de las áreas previstas de máximo impacto en el océano abierto”, dijo Brian Arbic, profesor de ciencias de la tierra y del medio ambiente de la U-M que supervisó el proyecto. “Las pruebas geológicas refuerzan definitivamente el documento”.
El equipo señaló que los afloramientos del límite K-Pg en las costas orientales de las islas norte y sur de Nueva Zelanda son de especial importancia. Estas costas están a más de 12.000 kilómetros del lugar del impacto. Aunque se pensaba que los sedimentos neozelandeses, alterados e incompletos, eran el resultado de la actividad tectónica local, los investigadores sugieren un origen diferente dada la edad de los depósitos y su ubicación en su modelo.
“Creemos que estos depósitos están registrando los efectos del tsunami de impacto, y ésta es quizá la confirmación más contundente de la importancia global de este acontecimiento”, dijo Range.
¿Cómo funcionó la parte del estudio dedicada a la modelización?
La parte de modelización tuvo dos fases.
En primer lugar, Brandom Johnson, de la Universidad de Purdue, utilizó un programa informático llamado hidrocódigo para simular los primeros 10 minutos del evento. Esto incluía el impacto, la formación del cráter y el comienzo del tsunami. El asteroide, creado a partir de los resultados de estudios anteriores, tenía 14 kilómetros de diámetro y se movía a 12 kilómetros por segundo. Según la simulación, el tsunami comenzó a barrer el océano en todas las direcciones a partir de los 10 minutos.
En segundo lugar, los resultados de la simulación de Johnson se introdujeron en dos modelos de propagación de tsunamis, el MOM6 y el MOST, con el fin de rastrear el tsunami a medida que avanzaba por el océano.
“El gran resultado aquí es que dos modelos globales con formulaciones diferentes dieron resultados casi idénticos, y los datos geológicos de las secciones completas e incompletas son consistentes con esos resultados”, dijo el profesor emérito de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente Theodore Moore. “Los modelos y los datos de verificación coinciden perfectamente”.