Las herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT pueden imitar muy bien la expresión verbal humana, pero no pueden rivalizar con nuestra capacidad para estimar la edad de los demás, según han descubierto investigadores israelíes.
Psicólogos de la Universidad Ben Gurion afirman haber enfrentado a seres humanos con 21 de las mejores herramientas de inteligencia artificial que afirman poder estimar la edad.
Descubrieron que, al tratar de estimar la edad de personas de entre 60 y 80 años, tanto los humanos como los programas de IA eran bastante inexactos y subestimaban las edades. Pero los humanos estaban mucho más cerca que la IA: se equivocaban por siete años de media, en comparación con el aprendizaje automático, que promediaba un error de nueve años.
Se trataba de 480 fotografías de personas con expresión neutra y sonrientes. Cuando los investigadores analizaron los resultados sólo para las fotos sonrientes, descubrieron que las estimaciones eran menos precisas que para las fotos neutras: 1,1 años de desviación adicional para los humanos frente a otros 2,4 para la IA.
Esta existencia de marcadas discrepancias ilustra que el sueño de que la IA proporcione información más objetiva que los humanos, libre de sesgos humanos, aún requiere muchas mejoras, declaró el profesor Tzvi Ganel, uno de los autores del estudio revisado por pares.
“En lugar de superar nuestros prejuicios a la hora de estimar la edad, la IA exagera esos mismos prejuicios”, comentó, añadiendo que su investigación confirmaba que el cerebro humano tiene “pistas y estrategias” especialmente ricas para adivinar la edad.
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Por ejemplo, el cerebro humano está condicionado subconscientemente, al ver a una mujer, a calcular su edad probable de acuerdo con las normas culturales, dijo Ganel. Por ejemplo, si su origen y estatus aparentes hacen probable que utilice cremas antienvejecimiento.
Uno de los puntos débiles de la IA son las caras sonrientes, como indica la gran diferencia observada cuando los sujetos de las fotos sonreían.
Ganel explica que al cerebro humano le resulta difícil determinar la edad de los rostros sonrientes porque la actividad muscular provoca arrugas que nos hacen pensar que las personas son mayores de lo que son. Pero el cerebro humano hace un trabajo relativamente bueno imaginando el rostro cuando no está sonriendo y descartando entonces el sesgo de la sonrisa.
“En cambio, la IA no tiene ni idea de que la sonrisa es una situación temporal que va a cambiar y, por tanto, interpreta la cara basándose en la expresión que ve en ese momento”, explicó Ganel.
Ganel escribió en las conclusiones del estudio, junto con sus colaboradores, el profesor Carmel Sofer, de Ben Gurion, y el profesor Melvyn A. Goodale, de la Western University, que “a la tecnología actual de estimación de la edad de la IA aún le queda camino por recorrer antes de igualar el rendimiento humano”.
Afirmaron: “Nuestra esperanza era doble. En primer lugar, documentar el rendimiento de las distintas IA disponibles en la actualidad nos permitiría comprender mejor cómo perciben la edad los seres humanos. En segundo lugar, que este ejercicio proporcionara nuevas orientaciones para el desarrollo de una tecnología de IA más precisa y menos sesgada. Creemos que hemos avanzado en ambos frentes”.