Existen una infinidad de ejemplos en los que los ingenieros han copiado modelos de la naturaleza. En los rápidos tiburones la superficie de la piel está dotada de pequeñísimas escamas pegadas. En estas escamas se encuentran unas ranuras afiladas muy finas paralelas a la corriente.
Estas ranuras microscópicas consiguen una reducción de la resistencia al rozamiento. Se ha usado esta idea para fabricar nuevos revestimientos para buques y para el desarrollo de prendas que reducen la resistencia al agua y mejoran la velocidad. A través de los microsurcos circula el agua sin turbulencias, reduciendo la fricción.

Este efecto reductor del rozamiento también funciona en el aire. Los aviones que cuentan con una película delgada provista de un fino perfil aserruchado, tienen un consumo inferior de combustible en un 3%.
Científicos israelíes de la universidad de Tel Aviv encontraron en el esqueleto exterior del avispón oriental unos cristales orgánicos semiconductores, que funcionan como las células solares. Estos insectos utilizan la corriente solar, tanto para la producción de calor como para abastecer con energía su aparato cinético y su metabolismo.
Lo más excepcional es el hecho de que este sistema biológico no solo es capaz de crear energía eléctrica, sino que también es capaz de almacenarla. Por eso, los científicos biónicos creen que en algún momento no muy lejano las células solares vivas podrán revolucionar la tecnología fotovoltaica.
Durante el desarrollo de un neumático nuevo se tomaron como modelo las patas del gato; en una amplia serie de pruebas se fue perfeccionando el sistema. La pata de gato se hace más grande cuando frena, transmitiendo más fuerza sobre el suelo, que cuando camina o corre normalmente. Con la ayuda de un nuevo concepto para el contorno del neumático se ha conseguido mejorar esta característica. El nuevo neumático se ensancha al frenar, haciendo que más goma tenga contacto con el asfalto y reduciendo por lo tanto la distancia de frenado.

Los biólogos del Laboratorio Nacional de Ingeniería y Medio Ambiente de Idaho (EEUU) han clonado cinco proteínas de mejillón para desarrollar un adhesivo natural resistente al agua. Los mejillones producen una resina con propiedades adhesivas que no desmerecen en nada a cualquier superpegamento comercial.
El sonar de los murciélagos ha servido a la empresa británica Round Foresight para crear un bastón que permite a los invidentes desplazarse de forma más sencilla y segura.

Julian Vincent, profesor de biomimética en la Universidad inglesa de Bath desarrolló en 2004 una ropa inteligente que se adapta a los cambios de temperatura basándose en las piñas.
La biomímesis no solo es una forma de percibir la naturaleza, es también una estrategia de reinserción de los sistemas humanos dentro de los sistemas naturales, de reintegrar la tecnoesfera en la biosfera.
Estudiar esta última nos indica como reformar el mal diseño de aquella, para reconstruir los sistemas humanos haciéndolos compatible con la biosfera, de manera que encajen armoniosamente, sin inconsistencias, con los sistemas naturales.
No solo se trata de una aplicación de ingeniería o arquitectura… Se trata de comprender los principios de funcionamiento de la vida en sus diferentes niveles (en particular el nivel de ecosistema), de manera que el espacio urbano, industrial y agrario, se parezca más al funcionamiento de los ecosistemas naturales. La naturaleza, la única empresa que nunca ha quebrado en unos 4.000 millones de años según el biólogo Frederic Vester, nos proporciona el modelo para una economía sostenible y de alta productividad. ¿Podrá la biomímesis inspirarnos para una reconstrucción ecológica de la economía?