La semana pasada se produjo el lanzamiento de la quinta misión de SpacePharma, una empresa israelí que ha desarrollado un laboratorio en miniatura diseñado para funcionar en el espacio con el fin de realizar experimentos en microgravedad. El laboratorio de la empresa de tecnología espacial se cargó a bordo del cohete SpaceX Falcon 9 Axiom-1 y se llevó a la Estación Espacial Internacional para que lo utilizaran clientes de Israel y Estados Unidos.
Yossi Yamim, cofundador y director general de SpacePharma, explicó la importancia de la misión, el quebradero de cabeza logístico que supone subir algo a la ISS y el sueño de ver tu trabajo enviado al espacio.
El objetivo de este último lanzamiento era permitir a sus clientes realizar pruebas en el espacio: ¿qué importancia tiene la experimentación en órbita?
“Hay varias razones para realizar experimentos desde la órbita en microgravedad: en primer lugar, en la órbita no hay difusión de convección ni fuerzas de cizallamiento, por lo que podemos acelerar las reacciones relacionadas con el crecimiento cultural de un tejido. Al tener esos factores dentro de la definición de un experimento específico, podemos proporcionar respuestas, datos o imágenes que los científicos pueden comparar con las reacciones en la Tierra”.
“Cualquier cliente en la Tierra puede acceder al sistema como si estuviera en la otra sala; podemos proporcionar un sistema muy fiable en órbita que puede activar, ejecutar y recoger datos de diferentes sensores, como la temperatura, las imágenes de pH, la espectrometría, en una gestión de volumen muy precisa. Tenemos un control VPN conectado a nuestro software, y los clientes pueden intervenir cuando ven algo bueno o malo. Si es bueno, les gustaría repetirlo. Si es malo, les gustaría arreglarlo. Estamos muy contentos de proporcionar esta tecnología directamente al cliente, en las condiciones diferentes y extremas del espacio”.
¿Cómo encaja el trabajo con la ISS en la misión de SpacePharma?
“SpacePharma empezó con el objetivo de tener laboratorios miniaturizados dentro de satélites autónomos – desde que creamos la empresa tenemos dos de estos laboratorios en órbita, que no están dentro de la ISS. Después adoptamos cinco misiones a la ISS -esta es nuestra quinta misión a la ISS- en las que trabajamos con una variedad de clientes como los NIH, la NASA y algunas otras instituciones de investigación como hospitales, principalmente de Estados Unidos. Estoy muy contento de decir que estamos certificados por todas las grandes agencias espaciales para volar a la ISS”.
“Muy pronto, vamos a ver que el ámbito espacial va a acaparar una participación cada vez mayor dentro de la medicina y la tecnología de formulación farmacológica. Me refiero a las minilanzaderas, que son como pequeños todoterrenos de unos 4,5 metros de longitud, y que permitirán a SpacePharma transportar hasta 100 kilos por vuelo de misión y proporcionar hasta 60 líneas de producción para que produzcan diversos clientes. Esas minitransbordadoras no están tripuladas y, al final de una misión de 8 a 12 semanas, podrán aterrizar suavemente en la pista. Este es el vector de la empresa en estos momentos; la ISS es otro hito para conseguirlo”.
Logísticamente, ¿cómo ha sido la colaboración con estas grandes agencias espaciales?
“Lo más difícil es hacer que un sistema esté listo para la base. Desde el punto de vista logístico, tenemos que hacer muchas cosas en paralelo: estamos exprimiendo la tecnología, el hardware, el software y la configuración final del sistema en la ISS de acuerdo con las especificaciones y requisitos de los clientes. Y al final, tenemos que darle forma a nuestro laboratorio que se va a poner en órbita. Tiene que sobrevivir a las intensas fuerzas G, a los golpes y a las vibraciones, y también tiene que sobrevivir unos días [antes y durante el vuelo espacial] sin energía. Para ello definimos una solución muy delicada: salpicamos de nutrientes las células madre y todos los experimentos durante el periodo de espera, de modo que los materiales de ciencias de la vida pueden sobrevivir hasta siete días”.
“Además, hay mucha inspección en nuestra tecnología. Por ejemplo, si utilizamos una cinta, un vial o cualquier otro material, debemos presentar un certificado de conformidad de que la pieza, el material o la unidad han sido comprobados en condiciones espaciales [como temperaturas extremas], y solo entonces se nos permite introducirlos. También tenemos que proporcionar información de datos relacionados con la ciencia de la vida o la química de todos los medios, reactivos y nutrientes que estamos utilizando. Es un proceso muy, muy grande, y SpacePharma es, que yo sepa, la única empresa de Israel que puede hacerlo, y una de las pocas de Estados Unidos y Europa”.
Desde un punto de vista personal, ¿cómo ha sido ver cómo se utiliza su tecnología a bordo de la ISS, una de las cimas de la colaboración científica internacional?
“Cada lanzamiento para mí es como dar a luz a un bebé. Es inspirador, es un sueño hecho realidad. Es algo que no puedo creer que toque cada vez más disciplinas y actores. Cuando recibo llamadas de clientes -entidades israelíes, entidades europeas, jugadores estadounidenses- es muy, muy inspirador. No puedo expresar lo feliz que me hace ver cada lanzamiento, cada cliente, cada revisión, cada investigación… cada uno lleva el campo a la siguiente etapa”.