Elsa Barak no es una adolescente israelí cualquiera, sino que tiene una misión: ayudar a salvar a las tortugas marinas.
Barak -cuyos padres, Dorian y Daphna, hicieron aliá desde Estados Unidos y Francia (respectivamente)- celebró su bat mitzvah hace unos dos años, en plena pandemia de coronavirus. Pero en lugar de gastar el dinero que recibió como regalo de cumpleaños, decidió dedicarlo, así como su tiempo y esfuerzo, a salvar tortugas marinas.
El origen de las tortugas marinas se remonta a la era jurásica tardía -hace unos 150 millones de años- y se encuentran en todos los océanos, excepto en las regiones polares.
En la actualidad hay siete especies de tortugas marinas y desempeñan un papel fundamental en los ecosistemas oceánicos, ya que mantienen la salud de las praderas marinas y los arrecifes de coral, proporcionan hábitats clave para otras formas de vida marina, ayudan a equilibrar las redes alimentarias marinas y facilitan el ciclo de los nutrientes del agua a la tierra.
Muy pronto, toda la familia de Barak se unió al esfuerzo por salvar a las tortugas marinas, participando en actividades como la limpieza de playas, visitas frecuentes al Centro Nacional de Rescate de Tortugas Marinas de la Autoridad de la Naturaleza y los Parques, y creando un sitio web de donaciones y una campaña de crowdfunding.
El pasado mes de agosto llegó al STRC una tortuga boba herida, que había quedado atrapada en un anzuelo de pesca. El pescador denunció el incidente a la NPA, que permitió que el gigantesco reptil recibiera atención médica inmediata, incluida la cirugía para extraer el anzuelo alojado en su esófago.
Barak siguió de cerca el caso y, tras varios meses de rehabilitación en la STRC, la tortuga fue declarada apta para volver a vagar por el océano.
El fin de semana, la tortuga marina, ahora apodada “Elsa”, fue liberada con éxito en el océano, con el personal de la NPA y el STRC, así como la familia Barak y un grupo de amigos, para verla partir.
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Antes de dar el salto, a la tortuga Elsa se le colocó un transmisor de satélite especial en su armadura, para proporcionar información sobre los movimientos de la población de tortugas marinas en la zona.
El dinero donado por Barak y su familia financió el coste del transmisor GPS, un dispositivo que cuesta más de 6.000 shekels (2.000 dólares).
La Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza clasifica tres especies de tortugas marinas como “en peligro” o “en peligro crítico”, y otras tres especies como “vulnerables”.
Todas las especies de tortugas marinas están incluidas en el Apéndice I de la CITES, que restringe el comercio internacional de tortugas marinas y sus productos, en un esfuerzo por estabilizar su población