La pandemia de coronavirus ha puesto al grupo terrorista Hezbolá en una posición compleja y sensible. Inmediatamente después de que los primeros infectados fueran identificados en el Líbano, Hezbolá fue acusado de transmitir la enfermedad al país desde Irán. El tráfico aéreo de Teherán a Beirut había continuado sin cesar, ya que los estudiantes libaneses y sus familias huyeron de las universidades de Irán, en particular de las madrasas de Qom, donde estudian miles de libaneses, y regresaron al Líbano sin ser controlados ni puestos en cuarentena, propagando así la enfermedad de Irán al Líbano.
Estas acusaciones que provocaron miedo, así como una intensa ira contra Hezbolá, afirmaba que el virus había estallado en los monasterios jesuitas de Beirut y Bikfaya. Hezbolá intentó así culpar a la comunidad cristiana maronita del Líbano.
El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, que ha dado varios discursos en las últimas semanas, declaró inequívocamente que la responsabilidad de manejar el virus en el Líbano pertenece al Estado y al gobierno libanés. Eso significa que todos los residentes del Líbano, incluidos los miembros de Hezbolá y sus familias, deben cumplir con las directivas del Ministerio de Salud del Líbano, que está encabezado por un ministro afiliado a Hezbolá.
Mientras tanto, Hezbolá declaró el estado de emergencia en sus filas y elaboró un plan de emergencia para ayudar al gobierno libanés que incluye: 1.500 médicos, 3.000 enfermeras y paramédicos, 5.000 miembros del equipo médico y 1.500 trabajadores para proporcionar servicios de campo. El equipo médico completo, incluyendo el personal de logística y los servicios médicos, será de 24.500 personas.
Otras medidas incluyen una sala de operaciones en la que equipos de diversas disciplinas trabajarán juntos para gestionar el brote; la apertura de dos hospitales bajo la égida de Hezbolá; la apertura de hospitales privados que habían sido cerrados; 100 ambulancias especialmente equipadas; la creación de comités especiales en pueblos, ciudades y barrios urbanos para ayudar a los equipos médicos; el uso de las capacidades de emergencia médica de Hezbolá, que están diseñadas para la guerra contra Israel; la preparación de los ventiladores que poseen las fuerzas militares de Hezbolá y la apertura de cuentas bancarias en el instituto de Hezbolá para préstamos para proporcionar ayuda a los propietarios de empresas que han sido duramente golpeadas.
A raíz de la crisis, Nasrallah ha nombrado a Hashem Safi al-Din, jefe del Consejo Ejecutivo de Hezbolá (una especie de primer ministro de Hezbolá y número 2 del movimiento) para elaborar y aplicar el plan de emergencia. Nasrallah subrayó así la importancia que asigna a la cuestión.
La crisis del coronavirus ofrece una rara oportunidad para que Hezbolá se presente como un movimiento libanés que actúa en nombre del Estado libanés. Presumiblemente, la mayor parte de la ayuda de Hezbolá se dirigirá a las regiones chiítas del Líbano, que son también las regiones que apoyan el movimiento.
No obstante, hay que tener en cuenta que, al mismo tiempo que Hezbolá se ha comprometido a ayudar al Estado libanés a hacer frente a la pandemia del coronavirus, cientos de combatientes de Hezbolá están hasta el cuello en la guerra de Idlib (Siria), que sigue infligiendo pérdidas a Hezbolá y provocando la indignación de la comunidad chiíta. La voz más crítica sigue siendo la del jeque Subhi al-Tufayli, primer secretario general de Hezbolá, que recientemente declaró que la lucha bajo la bandera del presidente ruso Vladimir Putin en Idlib está prohibida por la ley de la sharia.